La Voz De Todos

La Voz De Todos 20 septiembre, 2019

Por Ayelen Lambert

 

Ustedes, ¿qué sueñan?

A veces, me encuentro soñando con un mundo en el que no dé miedo vivir, ni salir a la calle, ni recorrer las plazas sola en las nochecitas de verano… Un mundo en el que no muera una mujer cada menos de treinta horas, tan sólo por el sencillo hecho de ser mujer. Un mundo en el que podamos entablar las relaciones que queremos, con la gente que queremos, de las formas que queremos, hasta cuando queremos, sin que todo eso implique un riesgo enorme que termina poniendo en peligro nuestra propia existencia.

 

Sueño con un país en el que cada vez que ocurre un femicidio, el pueblo se subleve contra el asesino, en lugar de preguntarse qué hizo la víctima, cómo iba vestida, por qué salió a esa hora, por qué no lo dejó antes, etcétera. Un largo etcétera más.

 

Sueño con salir sin pensar que podría ser mi último día, si el destino tiene planeado para mí encontrarme con un tipo que se siente con el derecho de secuestrarme, violarme, ahorcarme hasta matarme, desmembrar cada una de mis partes y dejarlas repartidas por ahí. Y digo destino, por ser solidaria. Todo el mundo sabe que no tiene nada que ver con el destino.

 

Sueño (insisto) con vivir sin miedo. Con dejar de pensar quién va a ser la próxima. Con dejar de recibir búsquedas desesperadas de mujeres que terminan apareciendo asesinadas. Con dejar de escuchar comentarios totalmente desubicados, absolutamente fuera de lugar. Sueño con que todo esto que a diario vivimos, sea un sueño; y aunque a nosotros nos suene tan cotidiano, sueño que para las próximas generaciones esto sea sólo parte de la historia, un mal recuerdo, que no volverá, nunca más.

 

Sueño con que las mujeres puedan soñar otras cosas, que no tengan que ver con el miedo a perder la (poca) libertad. Sueño que un día seamos libres, pero libres en serio, con todito lo que eso implica.

 

Y aunque lo sueño con mucha fuerza, con mucha intensidad, y aunque probablemente sea el sueño de muchas más, y aunque me duela profundamente, no dejo de ver todo esto muy lejano. ¿Cómo poder pensarlo en términos de realidad? Cuando prácticamente un país entero mira para otro lado, tratando de minimizar todo lo que nos pasa, tratando de hacernos creer que, al final, “no es para tanto”. Es muy difícil sostener esta lucha cuando se vuelve tan problemático el encuentro con el otro, con la otra. Es muy difícil mantener la calma y no permitir que nos desborde la bronca y la indignación cuando habitamos realidades como ésta.

 

Tan sólo el fin de semana que pasó, es decir, en nada más que 48 horas, cuatro mujeres murieron asesinadas en manos de un varón. Las cifras son escalofriantes por donde se las mire. Lo que menos transmiten es tranquilidad.

 

Según el observatorio Ahora que sí nos ven, en lo que va del 2019 se produjo UN FEMICIDIO CADA 26 HORAS. Entre el 1º de enero y el 17 de septiembre, hubo 235 femicidios en Argentina, mientras que el porcentaje del presupuesto nacional que se destinará al Instituto Nacional de las Mujeres para el año 2020 es del 0,0067%, lo que representa $19,82 por mujer, por año, para poder llevar a cabo la Ley Nacional 26.485 de prevención, sanción y erradicación de la violencia machista. Frente a esto, ¿qué esperanza podemos tener? ¿Qué hacemos? ¿Rezamos todas las noches para que los femicidios se acaben? ¿O será que con eso no alcanza?

 

Es esperable la desesperación, es una reacción bastante acorde a las medidas que toman quienes “están para protegernos, y garantizarnos todos nuestros derechos”,  es esperable sentirse así cuando nos designan un presupuesto menor a lo que vale un paquetito de galletitas. Y en esta desesperación, que justifico como si todavía fuese necesario, una no para de buscar respuestas a las miles de preguntas que no paran de brotar. Y las respuestas son cada vez menos, y la incertidumbre es cada vez más.

 

Sueño con despertarme, y que ninguna piba sepa lo que es la violencia de género, que te abusen sexualmente quienes te debieron cuidar, que te secuestren y te torturen quienes ni siquiera llegaste a conocer, que ninguna de nosotras sepa lo que es el terror de pisar la vereda de afuera, sin saber qué es lo que nos puede pasar en el camino. Que todo esto que describo sea nada más que una infeliz ficción, distante de lo que vivimos a diario, pero no. Todo esto es verdad y a veces se nos queman todos los papeles a la hora de tramitar lo que sentimos al respecto, al momento de intentar poner ese miedo en palabras, miedo que además algunos vanidosos califican de irracional.

 

Que la impotencia frente a lo que acontece se generalice y pueda transformarse en otra cosa, en una realidad menos cruel, en un lugar más seguro, habitable, vivible, sin temor. Que todo lo que pasa nos entre por los ojos, por los oídos, por el corazón, y no nos abandone así nomás: que tomemos conciencia del lugar que ocupamos, y empecemos a obrar en consecuencia. Todas las personas podemos hacer algo para que esto cambie, está en nosotros elegir cuál es el lado del que queremos estar, a sabiendas de que permanecer indiferentes es estar del lado de la complicidad.

Por Ayelen Lambert. (Acompañante terapéutico y estudiante de la Lic. en Psicología Contacto: [email protected])