Por Ayelen Lambert.
Apenas pisamos diciembre, y se escucha una sola cosa en todos lados: “¡qué rápido pasó el año!». Algunas personas, arriesgan que indudablemente “ahora el tiempo pasa más rápido que antes», como si el tiempo fuera una cosa, tangible, objetiva, realmente medible; como si no tuviera que ver con las experiencias de cada una y de cada uno, con las ansiedades, las expectativas, las formas de vida. Eso sí te creo: ahora se vive distinto. Nos acostamos a dormir pensando en lo que hay que hacer mañana, al otro día desayunamos pensando en lo que vamos a hacer al mediodía, y al mediodía, estamos pensando en las actividades de la tarde. A la tarde, mientras hacemos las actividades, pensamos en la noche, y a la noche, después de un día sin parar de pensar, llegamos a casa A PENSAR EN LO QUE VAMOS A HACER MAÑANA. Y así, el cuerpo puesto en un lugar, y la cabeza en otro, constantemente. ¿Cómo es posible que el tiempo no pase volando? Si nos la pasamos pensando en el futuro.
Pegamos un pestañazo y el nene aprende a caminar, empieza jardín, egresa de la primaria; la nena cumple quince, termina el secundario, se va a estudiar, vuelve… y así, la vida.
No somos capaces de parar a estar, aquí y ahora, en este mismo instante. Por eso, tal vez, los días pasen tan rápido. Pero llega diciembre, y toditos los años, es como un balde de agua fría, como un preaviso, un llamado de atención. Y ahí sí, caemos en la cuenta, de que está pasando, de que ya casi pasó, otro año de nuestras vidas.
Son inevitables los balances. Una/o termina haciéndolo hasta casi sin querer. Pensar en lo que quisimos hacer e hicimos, y en lo que quisimos hacer pero no pudimos. En lo que nos falta, en lo que ya logramos, en los sueños que están ahí, intactos, sin poder concretarse (por ahora) pero tan nítidos como siempre. Gente que no está, que se fue, que nos dejó ese lugarcito vacío que este año, en la mesa, va a doler. Gente que llegó, a traer amor y alegría, gente en la que vamos a pensar cuando a las 00:00 las copas se choquen entre sí en ese estrepitoso sonido que parece hacerlas partirse de intensidad. Gente nueva… y otra que no tanto, pero que está ahí, firme como siempre. Relaciones rotas, relaciones recompuestas, relaciones nuevas, nuevas formas de amor. ¡Tantas, pero tantas cosas que acontecen en un año!
Esta época del año, hasta diría que sensibiliza un poco. Una/o anda más sensible aunque se empeñe en insistir en que a las fiestas “no le da ni bola», y eso se nota; entre quienes conoces, se nota.
Los sentimientos afloran más, y los abrazos se hacen un poco más cotidianos. Se acercan buenas excusas para saludar por el final del año y de paso, decir todo eso que sentimos y que antes, no nos animamos; porque sí, el resto del año se anda en cualquiera, pero por esto que tiene diciembre de ponernos los pies sobre la tierra, se trata de prestarle más atención a lo que sentimos, y ahí te haces preguntas como por ejemplo: “si tanto le quiero, ¿por qué no se lo digo?”. Te haces de valor y le mandas una declaración de 500 palabras, y te pones nerviosa/o, esperando que lo lea, pero en el fondo ya sentís alivio por haber dicho todo eso hermoso que tenías para decir. Y esta época del año, es así. Ya te notas más cansada/o, y sin energía, pero siempre llega un mate amigo a recordarte que las cosas buenas acontecen en cualquier momento, y que cuando más malhumorada/o estás, puede aparecer alguien, y sorpresivamente recordarte que tenés una sonrisa hermosa, que deberías compartir más, porque transmite paz, y es egoísta que te la guardes para vos sola/o. Compartite, che. Compartí esa hermosura que te habita y te hace única/o. Compartí tus miedos y tus anhelos, y tus historias, y tus proyectos, y tus recuerdos… pero compartilos desde el ahora, no te olvides que estás acá. No te olvides de vos, ni del momento. Bajá los cambios que haga falta, y mirá lo lindo que te rodea, esa plantita que floreció, el niño que te sonríe en la cola del supermercado, o la canción que te recuerda a tu primer amor, o a tu mamá, o a tu papá, o a tu persona favorita del universo. Mirate en el espejo, y sonreí para vos, para que entiendas por qué ese alguien que cae de sorpresa te pide más sonrisas, para que veas en primera persona lo linda que te queda la cara de felicidad, incluso en esta época del año, tan particular, y que tiene tanta pero tanta fuerza.
Viví esta época del año, esta famosa época del año, con toda la intensidad que amerita. Juntate con amigas, con amigos, a reírse de la vida, a llorar por la vida, a bailar sobre la vida. Hacé eso que tanto querés, no lo postergues, no vale la pena. Hacelo y disfrutalo, y seguí buscando las cosas que te hacen una persona plena, satisfecha y feliz. Que de tantos finales de año, alguna vez, va a haber un diciembre al que no vamos a llegar. Hacelo ahora, ya, que estás a tiempo…
Ayelen Lambert Acompañante terapéutico y tesista de la Lic. en Psicología Contacto:[email protected]