La Voz De Todos

La Voz De Todos 8 febrero, 2020

Por Chris Cyr.

Por definición, un «acuerdo» es una decisión consensuada entre partes. Implica, por consiguiente, cierta armonía o conformidad sobre un asunto en cuestión, pero previamente a ello, conlleva la aceptación de la problemática, negociaciones que contemplen los intereses de ambas partes y, lógicamente, el reconocimiento de (la existencia de) la otra parte como un interlocutor esencial en la solución.

Me imagino que todos estaremos de acuerdo sobre lo que es, valga la redundancia, un «Acuerdo».

 

Bueno… nada de eso ocurre en el pomposo y enfático «Acuerdo del Siglo» anunciado este 28 de enero en Washington por Donald Trump y Benjamin Netanyahu; el inconsistente «Pacto de Paz» impulsado por Estados Unidos/Israel para… Israel y Palestina.

 

Da un poco de aversión y vergüenza ajena ver el anuncio de un pacto por parte de un facilitador/mediador que no fue homologado bilateralmente, que tiene íntimas relaciones diplomáticas con una sola de las partes, y que es anunciado con la singular  presencia de una  las partes interesadas y toda su comitiva, Israel, incluyendo personalidades de la AIPAC (o sea, el “lobby judío” en América),  y con la ausencia total de la otra parte, Palestina, quien jamás fue invitada a sentarse en la mesa de negociaciones, sino que le es “ofrecida” la propuesta, a la distancia, sin canal de diálogo, con posibilidad de revisiones ni agregados y para más peros, con un bloqueo económico impuesto… por el pacífico mediador.

 

Trump dijo con grandilocuencia:

On Sunday, I delivered to Prime Minister Netanyahu my vision for peace, prosperity and a brighter future for Israelis and Palestinians. This vision for peace is fundamentally different from past proposals. En the past, even the most well-intentioned plans were light on factual details and heavy on conceptual  frameworks. By contrast, our plan es 80 pages and as the most detailed proposal ever put forward by far… Today Israel has taken a giant step towar peace. Yesterday, Prime Minister Netanyahu informed me that he is willing to endorse the vision as the basis for direct negatiations and I will say the General also endorsed and very strongly with the Palestinians a historic breakthrough

 

El domingo le presenté al primer ministro Netanyahu mi visión de paz, prosperidad y un futuro brillante para israelíes y palentinos. Esta visión de paz es fundamentalmente diferente de las propuestas pasadas. En el pasado, incluso los planes mejor intencionados eran sencillos en los objetivos y tenían marcos conceptuales complicados. Por el contrario, nuestro plan tiene 80 páginas y es la propuesta más detallada presentada hasta ahora. Hoy Israel ha dado un paso gigante hacia la paz. Ayer el primer ministro Netanyahu me informó que está dispuesto a respaldar la visión como base para las negociaciones directas y diré, el general (Benny Gantz) también respaldó y con mucha fuerza con los palestinos un avance histórico.”

 

El nivel de cinismo de esta presentación es superlativo, sobrepasa todos los niveles conocidos.

 

La alusión al general Benjamin “Benny” Gantz es incluso más alarmante que toda la fantochada montada: Gantz es un militar implacable que fue ex jefe del Estado Mayor Conjunto de las FFAA israelíes. Ha saltado a la política recientemente y se configura como el rival y posible sucesor de Netanyahu. Ha creado el partido político de ultraderecha Hosen L’Yisrael (Resilencia por Israel), donde aboga por un sionismo (aún más) supremacista y racista. Entre sus objetivos figuran “el fortalecimiento del Estado de Israel como un Estado judío y democrático a la luz del sueño sionista expresado en la Declaración de Independencia”. Benny Gantz dice públicamente querer ‎negociar con los palestinos (pero sin ceder un ápice de lo conquistado con la fuerza militar) y fortalecer ‎la democracia en Israel (pero sin contradecir la identidad «racial» judía), lo cual es una posición contradictoria. Se hace difícil creerle a un tipo que glorificaba el conteo de cadáveres palestinos acumulados durante la Operación Protective Edge y que se jacta de llevarlos a «la Edad de Piedra».

 

Demás está decir, que dicha Operación, acaecida en julio de 2014, fue una verdadera limpieza étnica perpetrada por los israelíes contra los palestinos, ocurrida en los territorios de Gaza con la excusa de eliminar selectivamente al Movimiento de Resistencia Islámico (HAMAS), pero que trajo como resultado la aniquilación de cientos de civiles desarmados, inclusive ancianos, mujeres y niños, además de detenciones arbitrarias. Tal es así, que tras 50 días de devastadores ataques aéreos y artilleros, más la ocupación por soldados israelíes de Gaza, se llegó a una tregua por oficio de Egipto y la ONU, tras comprobarse crímenes de guerra (que jamás fueron penalizados, por supuesto). El Primer Ministro en ese entonces era Bibi Netanyahu; el comandante de las fuerzas israelíes era el (entonces) teniente coronel Benny Gantz. Estos dos criminales de guerra ahora suscriben e impulsan el Acuerdo del Siglo por la Paz y «tienden la mano» a la parte palestina.

 

La ciudad de Bet Hanun, en Gaza, fue devuelta a la Edad de Piedra por las fuerzas comandadas por Benny Gantz durante la Operación Protective Edge. El primer ministro era, como ahora, Bibi Netanyahu. Este es el ejemplo de la diplomacia israelí con los palestinos.

 

Benjamin “Bibi” Netanyahu, Primer Ministro israelí, Donald Trump, presidente estadounidense y Benjamin “Benny” Gantz, ex jefe del Estado Mayor Conjunto de las FFAA israelíes y principal contendiente político de Bibi. Sin embargo, hay coincidencia total con el Acuerdo del Siglo.

 

Hecho este interludio, prosigamos con el magistral «acuerdo». Un periodista avispado preguntó lo que nadie se animaba a indagar por auto-censura:

  • Reporter: President. Did you speak with the Palestinians about your plan…?
  • Trump (interrupting): We will be reporting on that tomorrow. It’s something they should want. They probably won’t want it inicially but I think in the end they will. I think in the end they’re going to want it. It’s very good for them. In fact, it’s overly good to them. So we’ll see what happens. Now without them we don’t do the deal and that’s OK. They’re not living well. As you know we cut off aid to Palestinians and something I don’t like to do but we did that. And we think that there’s a very good chance that they’re going to want this.

 

Se los paso en limpio:

  • Periodista: Señor presidente. ¿Habló con los palestinos sobre su plan…?
  • Trump (interrumpiendo): Informaremos sobre eso mañana. (El plan) es algo que ellos deberían querer. Probablemente ellos no lo quieran inicialmente, pero creo que al final lo querrán. Creo que, al fin de cuentas, ellos lo terminarán aceptando. Es muy bueno para ellos. De hecho, es completamente bueno para ellos. Así que veremos que sucede. Ahora mismo, sin ellos, no hay acuerdo y está bien. Ellos no están viviendo bien. Como ustedes saben nosotros cortamos toda ayuda a los palestinos, y es algo que no nos gusta hacer pero que hicimos. Y creo que hay una buena oportunidad para que terminen aceptando (el plan).

 

Vale decir, que como bien reconoce Trump (sentado al ladito de Netanyahu), el «Acuerdo del Siglo» ignoró flagrantemente a una de las partes, habiendo acordado únicamente con las autoridades actuales israelíes e incluso con las posibles autoridades israelíes futuras (el general Gantz) las condiciones leoninas del acuerdo, pero desconociendo la voz palestina atento a que ninguna de sus autoridades fueron invitadas a negociar y solo se le informarán 24 horas después lo concebido por una de las partes,  masticado y deglutido, y bajo la amenaza de fuerza del mediador (Estados Unidos, bloqueando toda ayuda económica) como la contraparte (Israel, amenazando y azotando militarmente en cada ocasión que tengan).

 

Parece un sketch cómico, pero no lo es. Es como intermediar entre dos vecinos que arguyen derechos sobre una parte “común” de un jardín, pero darles entidad a los alegatos de uno, y comunicarle lo resuelto al otro un día después, mientras durante todo ese tiempo se le cortó la luz y el agua para que “aliviane” sus propios argumentos. ¡Y luego presentar el caso al público como jurisprudencia ejemplar de justicia!

 

Pero hay un detalle no menor en este «Acuerdo del Siglo»:  su mayor promotor y arquitecto es un joven diplomático estadounidense de una influyente familia judía llamado Jared Kushner. ¿Quién es este sujeto? Es un empresario de bienes raíces de apenas 39 años que ejerce de consejero superior del presidente de los Estados Unidos. Es, además, su yerno (está casado con Ivana Marie “Ivanka” Trump).

 

Jared no es una persona neutral: es un ferviente sionista, ha impulsado toda la vida el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado de Israel y además es rabiosamente anti-iraní. Ganó muchísima influencia en el gobierno al organizar la campaña electoral de Trump gracias a la formación de un grupo de tareas denominado “Proyecto Alamo” (¡Los Alamos es la ciudad donde tuvo origen el Proyecto Manhattan, el diseño y construcción de la primera bomba atómica!). Las oficinas de Kushner están en el 666 de la Fifth Avenue, Manhattan, New York; las cuales fueron compradas gracias a un «préstamo blando» de 1,8 millones de dólares brindado generosamente por Brookfield Asset Management. Este fondo prestamista es subsidiario de la División Nuclear de Westinghouse Electric Company LLC (hoy Viacom Inc). Kushner, además de intentar legalizar las colonias israelíes en territorios palestinos y cisjordanos ocupados, es un gran batallador por el aislamiento y destrucción de Irán. Promueve dos grandes objetivos: el «Acuerdo del Siglo» pro-israelí y la nuclearización de Arabia Saudita (para contraponerla a Irán y no involucrar a Israel directamente en el tema). Todo cierra. Por ahora no pudo avanzar con la nuclearización militar saudita, pero sí ha conseguido el «Contrato del Siglo» al venderle al reino armamento por 110.000 millones de dólares, que incluye sistemas de defensa antiaérea contra misiles balísticos (iraníes…).

 

Ah… olvidé decir que la familia Kushner está muy conectada con la clase política israelí. Tal es así, que el propio Netanyahu visitó la residencia de la Kushner en New Jersey en 1998, cuando era un político en carrera, en épocas que Jared era un adolescente, quien le brindó su propia cama yéndose a dormir al sótano.

 

Jared declaró recientemente en CNN: “Es una gran oportunidad para los palestinos. Tienen un registro perfecto en echar a perder cada oportunidad que tuvieron en el pasado, pero quizás sus líderes sabrán leer los detalles, dejar las poses, y hacer lo mejor para mejorar las vidas de sus conciudadanos”. Para Jared, las “poses” son los intereses soberanos palestinos.

 

Jared Kushner es el arquitecto del Acuerdo. No le costó mucho sintonizar con Bibi Netanyahu pues sus familias eran muy íntimas y ¡se conocen desde que él era un adolescente!

 

Pero si un «Acuerdo del Siglo» auspiciado por un mediador que es en verdad un protector y aliado, y aprobado 100% por una de las partes no es suficientemente elocuente, el MOMENTO en que fue presentado levanta sospechas: ocurre en pleno proceso de impeachment (destitución) del presidente estadounidense, luego del provocador asesinato del general iraní Soleimani y el endurecimiento de la posición estadounidense contra Irán,  tras el “llamado a filas tácito” hecho por Israel en oportunidad del 75° Aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, y después de las acusaciones formales contra Netanyahu por soborno, fraude y abuso de confianza por el fiscal general israelí Avichai Mandelblit.

 

¿Pero en qué consiste este «Acuerdo del Siglo»?

El Plan directamente ignora las reclamaciones históricas palestinas que fueron rubricadas por la ONU y que establecen el retorno de las fronteras de 1967 a través de la implementación de dos Estados con “cierta” continuidad territorial. Parte, por el contrario, de situaciones de fuerza asumidas y consolidadas por Israel, quien no cede absolutamente ningún territorio actual bajo su control reclamado por los palestinos, pero, sin embargo, les otorga otros que no están ni estuvieron jamás dentro de sus reclamaciones.

 

Los establecimientos coloniales en Cisjordania, ilegales en un 100%, consideradas como usurpaciones por casi todo el mundo excepto por Israel y (desde noviembre de 2019) Estados Unidos serán reconocidos como territorio israelí definitivamente. La propuesta es “blanquear” esa ilegalidad y detener futuras ilegalidades (o sea, futuras colonias sostenidas por la fuerza de las armas) pero… solamente por cuatro años.

 

Jerusalén, ciudad donde vierten las tres grandes religiones abrahámicas (cristianismo, judaísmo e islam) se convertirá definitivamente en la capital de Israel, manteniendo la calidad de “eterna e indivisible”, tal como la consideró la “Ley de Jerusalén” promulgada en 1980 por Israel, cuando se anexó la parte este reclamada por los palestinos. La anexión ilegal de toda la ciudad por los hebreos ha provocado un amplio rechazo en la comunidad internacional, materializado en la Resolución N° 478 de 1980 del Consejo de Seguridad de la ONU, que la consideró contraria al Derecho Internacional, ​ y en señal de protesta por este acto unilateral los Estados miembros de las ONU acabaron por trasladar sus embajadas a Tel Aviv, tal como pedía la resolución.

 

Al-Quds, como los musulmanes conocen a Jerusalén, tiene un significado muy importante para el Islam y es innegociable.

 

El Acuerdo, que brinda la soberanía total de la ciudad a Israel, sin embargo, le da un distrito exterior a los palestinos para que instalen allí la capital soberana del Estado de Palestina (y no en Jerusalén Este). Este distrito noreste está por fuera de la barrera de seguridad periférica de la ciudad. Se le permite, si desean, llamarlo Al-Quds en “reemplazo” del verdadero Al-Quds. El tándem israelo-estadounidense cree que, nombrando a una zona externa de manera similar, Palestina puede obtener una capital de consuelo.

 

Sin embargo, el Acuerdo también les “brinda” a los palestinos dos territorios actualmente de soberanía israelí (con mayorías árabes o directamente desérticos) que se hallan en la frontera sur, limitando con Egipto. Esos dos territorios en pleno desierto de Néguev, que jamás fueron pretendidos por los palestinos, serían desarrollados como emprendimientos industriales y agrícolas con capitales estadounidenses e israelíes para “dinamizar la economía palestina y generar fuentes de trabajo”. Las empresas allí residentes serían, obviamente, de esas nacionalidades. Solamente la mano de obra empleada sería palestina, replicando una situación de opresión/desigualdad que ya se vive en el propio Estado de Israel.

 

En los hechos se crearía una NUEVA PALESTINA que nada tiene que ver con lo discutido en los Acuerdos de Oslo y que surge de la inventiva práctica de Trump y los planificadores sionistas sobre lo que debería ser el Israel del Siglo XXI.

 

El Acuerdo, medido en kilómetros cuadrados, es equivalente a aproximadamente el 80% de la superficie exigida por Palestina, vale decir, que encima perderían territorio respecto de lo reclamado. En Cisjordania, la pérdida territorial sería aún más grandiosa, y con la garantía por cuatro años de no seguir perdiéndola.

 

El Acuerdo contempla un desembolso de 50.000 millones de dólares en inversiones, no solamente para desarrollar económicamente las zonas de la Nueva Palestina, sino para CONECTARLAS. Y aquí viene un tema muy conflictivo: el Estado Palestino no tendría ninguna unidad territorial, sino que estaría conformado por una serie de “islas” entre diseminadas en medio del territorio israelí, como la idea de los bantustanes sudafricanos para aislar y controlar a la población negra, idea que surgió de los diseñadores del Apartheid… ¿Casualidad racista? No, no vayan a creer.

 

Donald Trump dice “Es el acuerdo del Siglo” mientras Bibi Netanyahu se frota las manos.  Desde otro “espacio temporal” aparece Hendrik Verwoerd, primer ministro sudafricano desde 1958 hasta 1966, impulsor del Apharteid, creador de los bantustanes, que les dice “Siglo Equivocado, hermano, yo lo hice en el 1900”.

 

Al tener que interconectar los territorios palestinos (a través de caminos o túneles) por suelo israelí, Israel mantendría el control del flujo de abastecimientos (y movimientos de todo tipo, incluso de seres humanos) a Palestina. Lo más irónico es que para ir de Palestina hacia Palestina habrá con contar con el permiso y el registro israelí.

 

Pero algunos podrán decir que ciertos territorios cedidos a Palestina (incluso Gaza) tendrán límite con Egipto. Bueno, no es así, porque incluso esas fronteras estarían “sujetas a acuerdos específicos entre egipcios e israelíes”. Vale decir, que los palestinos no podrían establecer un tratado de límite autónomo con los egipcios, sino que dichos tratados serían entre israelíes y egipcios SIN intervención palestina de ninguna índole. Cada entrada o salida internacional hacia o desde territorio palestino pasaría INEVITABLEMENTE por el control israelí, incluso, para interactuar con Egipto. Ni siquiera el Mar Mediterráneo que baña las diminutas costas de Gaza es/será controlado por Palestina, sino por la Armada Israelí, que tiene “jurisdicción de patrulla” sobre esas aguas (además de la soberanía total sobre sus reservas gasíferas submarinas, las cuáles se apropió gracias a la Operación Plomo Fundido de 2008, donde argumentó, una vez más, los ataques con cohetes perpetrados por HAMAS. La apropiación/usurpación de estas reservas millonarias fue obscena, desconociendo cualquier tratado conjunto con Líbano, Siria, Chipre y los palestinos.).

 

El «Acuerdo del Siglo» contempla, inclusive, el control del espacio aéreo palestino en manos de… sí, claro, Israel. Palestina tendría prohibido tener ejército, pero sí podría tener policía, cuyo armamento será liviano y previamente autorizado/rechazado por Israel. Cualquier guerrilla que quede en pie (en obvia a alusión a HAMAS) deberá ser inmediatamente desmilitarizada y desmovilizada para que el «Acuerdo del Siglo» entre en vigencia. Sin embargo, la seguridad de los «conectores», el patrullaje aéreo y naval de Palestina, correrá a cargo de Israel y ¡deberá ser pagado por Palestina! (el colmo de los colmos).

 

Mientras tanto, los aproximadamente 5 millones de refugiados palestinos que fueron desplazados por Israel en la Nabka de 1948, pero también en los diversos episodios trágicos de 1952, 1967, 1973 y 1993, el «Acuerdo del Siglo» dice que es asunto del mismo Estado Palestino su absorción y de los países árabes que tienen una obligación moral para con sus hermanos de sangre. Israel no tiene nada que ver en eso: no habrá regresos a suelo israelí ni compensaciones de ningún tipo. Nada de nada.

 

Por supuesto, este tipo de legitimaciones a través de un «Acuerdo» unilateral que insiste en preservar un statu-quo de opresión e injusticia, que no contempla en absoluto los intereses palestinos y solo se amolda a los intereses nacionales israelíes, que sacan ventaja de una situación de poder sin parangón, es rechazada no solamente por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), sino por todo el mundo islámico en general, incluyendo especialmente a  Irán y hasta los (indisimulados) socios israelíes como Qatar, Jordania y Omán, que no pueden admitir (públicamente) semejante atropello (aunque Egipto y Arabia Saudita miran para otro lado).  Ofendido, Mahmud Abbas, el presidente de la ANP establecida en 1994 bajo los acuerdos de Oslo, y que tiene jurisdicción sobre los territorios palestinos que ahora moldea el «Acuerdo» en favor de los israelíes, cortó relaciones diplomáticas con Estados Unidos e Israel llamando al «Acuerdo» como «Fraude del Siglo».

 

 

Es inaceptable porque, según como lo ve el mundo islámico, no se trata de un Acuerdo sino de una Imposición de términos imposibles de aceptar, que intentan destruir definitivamente la autodeterminación palestina, confinándola a una situación de esclavitud política-social-económica concluyente. Los palestinos no ven una comprensión de sus intereses, sino un contubernio entre el imperialismo anglosajón y el sionismo israelí.  Es, en el sentir del pueblo palestino, la lápida final al plan de despojo, dominación, colonización y exterminio emprendido desde 1948 hasta la fecha.

 

Se puede debatir sobre si los palestinos están en condiciones de obtener algo mejor desde la posición de debilidad actual (como sostiene Kushner) o si en realidad el acuerdo es una fantochada, un plan inaceptable, pero que contribuye a poner sobre el tapete la necesidad de salir del estancamiento y obtener algún tipo de acuerdo de paz (algo que se usa mucho en los procesos creativos de brain-storming; partir de la ridiculez hasta llegar a una idea sensata). No debemos olvidar tampoco que Trump es un businessman, un hombre de negocios, que suele partir de posiciones aparentemente inflexibles en acuerdos win/loose para llegar a posiciones más reflexivas y acuerdos win/win.

 

Sin embargo, hay que hacerse una pregunta concienzuda: ¿Israel necesita de un Acuerdo para aplicar su dominación brutal sobre Palestina? ¿Acaso el Acuerdo no impulsa situaciones hoy ya están sucediendo de facto? ¿Pensaron alguna vez que existiría una remota posibilidad de que los palestinos lo acepten? Lo que me lleva a pensar: ¿Es posible que este plan intente provocar que la ANP caiga en manos del extremismo de HAMAS para tomar por las armas, “con justificación”, esos mismos territorios, como hicieron en otras ocasiones? Si bien Mahmud Abbas aún posee el control político de la ANP, la lucha entre las diferentes facciones que buscan intensificar la lucha violenta está en marcha. HAMAS, que hoy gobierna Gaza, busca controlar TODA la Autoridad Palestina. Este tipo de ofensas, ninguneos y atropellos, lejos de apaciguar los ánimos, tientan a las luchas políticas hacia las luchas violentas, producto de una sensación de encerrona, de cerco inmisericorde. Ninguna tentación de progreso económico en el medio del desierto compensa ese temperamento de injusticia medular. La exposición de Trump, aparte de ser anti-palestina, es vista como una confabulación entre los cristianos evangélicos estadounidenses y los colonos judíos ultra-ortodoxos, que se sabe, tienen nexos íntimos. Lo ven, finalmente, como un ataque contra el islam. Y sobreviene tras los atentados provocadores contra Irán, la eterna guerra en Siria (tradicional aliado palestino) y el bloqueo económico-financiero sobre Líbano (y la persecución internacional a Hezbolá).

 

Sin embargo, a mi humilde entender, este Acuerdo no sirve en absoluto al interés israelí: es tosco e inútil. No será aceptado jamás por Palestina y promoverá desprecio y violencia en todo el mundo islámico. Pero además alimentará de ambiciones a los sectores sionistas que pretenderán acelerar el proceso con el método conocido, la coacción militar, para anexar el Valle de Jordán. Lo cual generará problemas de gobernabilidad en Israel sobre el control de su propia población.