La Voz De Todos

La Voz De Todos 11 enero, 2020

Por Chris Cyr

Para aquellos que minimizan el asesinato del general Quasim Soleimani, héroe independentista iraní, déjenme acotarles que la Primera Guerra Mundial comenzó en Sarajevo con el atentado al archiduque austro-húngaro Franz
Ferdinand. Corría el año 1914, y a esa muerte singular le siguió la cifra récord de 31 millones, tras cuatro intensos años de destrucción, inaugurando el poder devastador de la guerra moderna. La situación de tensión y
competencia internacional entre las potencias occidentales y el tándem Rusia- China-Irán no difiere mucho ahora.

 

Comprender lo que ocurre en Oriente Medio nunca ha sido una cuestión fácil por la enorme heterogeneidad de revueltas, actores e ideologías. Exige una comprensión profunda de la historia formativa de los países, de sus etnias y culturas, de sus religiones y tradiciones y, por supuesto, todo ello atravesado por la concupiscencia capitalista de las potencias mundiales, siempre extra regionales, que no han cesado de intervenir en el destino de esos pueblos de manera crucial. En ese sentido, la sobreabundancia en la zona de petróleo, insumo vital del crecimiento económico, es un tema que no se puede soslayar. Como una institución, el petróleo atravesará todo este análisis.

 

Este escrito se centrará sobre Irán, pero no puede comprenderse la totalidad de la problemática actual sin realizar un tejido conectivo con otros actores y sus intereses, a saber, Israel, los países árabes (petromonarquías y repúblicas laicas) y el tándem anglo-estadounidense, todo ello atravesado por un hecho disruptivo fundamental, el triunfo de la Revolución Islámica del ayatolá Ruhollah Khomeini en 1979, que fue un cambio de paradigma para la región, pues consolidó por primera vez un rumbo independentista no-alineado a ninguna potencia. Exijo entonces un esfuerzo por relacionar los temas en los que me explayaré seguidamente para hacernos una “Gran Imagen” de la situación mundial y no quedarnos con las anécdotas puntuales, que son ricas y ejemplifican, pero no concluyen.

 

A partir de la década del 2010, Rusia y China, en su carácter de potencias globales emergentes, ergo, con intereses geoestratégicos en la zona, se añaden a la ecuación. Con estos dos últimos actores la situación se altera y se enmarca dentro de la Tercera Revolución Industrial y la competencia económica entre EEUU y China por el Hegemón Mundial. Los hidrocarburos, como pieza vital de esta pugna, podrían definir qué potencia logrará prevalecer en el Siglo XXI. La obtención de este recurso inaugura y fomenta todo proceso de desarrollo pues motoriza las economías, aun cuando existan esfuerzos por disminuir su consumo. China no podrá prevalecer si no se asegura ese insumo, y a bajo costo. El tándem ruso-chino es fundamental para el éxito de ambas naciones: Rusia aporta energía, China aporta tecnología. Ambos ganan. Pero EEUU tiene ambas sin necesidad de asociaciones. Y todavía domina las rutas marítimas, la moneda de intercambio internacional (el dólar, que encima esta enlazado a las transacciones petroleras) y los organismos internacionales, con lo cual somete a casi todo el mundo a sus intereses nacionales.

 

Vaya entonces aquí mi intento de explicar la complejidad de intereses, idiosincrasias y fuerzas que generan la tensión actual en esa parte central del globo terráqueo. Y el posible devenir de los acontecimientos. Lo estableceré en 18 pequeños apartados porque no se puede comprender el ahora, sin entender el ayer. Y así, con ambos, podemos aventurar una observación prospectiva.

 

EL PETRÓLEO COMO ELEMENTO VITAL

Tras la SGM, quedó más que nunca en evidencia que los hidrocarburos se habían convertido en el insumo básico de la Segunda Revolución Industrial (proceso que aún está vigente) aportando energía eléctrica y combustión para la locomoción y las maquinarias industriales. De hecho, muchos autores señalan que dicha conflagración global fue el resultado de un intento por parte de las potencias industriales de afrontar esa transformación tecnológica mundial desde un lugar hegemónico. Los alemanes y los japoneses, cuya industria se caracterizaba por una gran innovación técnica, carecían sin embargo de mercados e insumos, por lo que les urgía una guerra de dominación. Los ingleses tenían un mercado colonial cautivo, la Commonwealth, pero también una industria que, luego de liderar la Primera Revolución Industrial y la Era del Vapor, mostraba algunos síntomas de agotamiento. Los franceses gozaban de posesiones ultramarinas pero su industria estaba en constante formación. Los rusos aún estaban luchando con sus resabios feudales. Y EEUU estaba a punto de liberar sus enormes fuerzas creativas a través de un imperialismo apenas disimulado: insumos, técnica industrial y mercados tenía, pero también tenía competencia a la vista. Su imperialismo de conquista tendería a eliminar la competencia (ya veremos que esto se repite en el último apartado y la conclusión final).

 

Lo cierto es que, a inicios de la década de 1940, el mundo se enfrascó en una guerra global en pos de recursos y mercados pues, en definitiva, ésa es (casi) siempre la causa de las guerras, aunque haya decenas de motivos subordinados que articulan esa idea-fuerza (patriotismo, religión, ideologías).

 

Los alemanes, a pesar de subyugar a casi toda Europa, seguían dependiendo de las importaciones de materias primas para desarrollar su industria. Muchos historiadores afirman que Alemania no hubiera podido conseguir sus éxitos militares sin los aprovisionamientos de hierro y zinc sueco, de caucho estadounidense, de tungsteno español y de petróleo rumano y soviético (sí, soviético, hasta 1941 el combustible ruso movía los ejércitos alemanes). Cuando Alemania lanzó la Operación Barbarroja contra la URSS, sabía que si no llegaba a las zonas petroleras lindantes a Bakú y se empantanaba, su sueño capitalista de dominio global se desvanecería. Y así fue. Aún hoy, Alemania depende de los hidrocarburos rusos y no existe ninguna multinacional germana en el rubro.

 

Desde principios del Siglo XX, los ingleses sabían perfectamente que la tecnología y la capacidad productiva industrial eran fundamentales para mantener una posición de liderazgo mundial. Pero también sabían que el petróleo era el “nuevo insumo milagroso” que dominaría la producción energética e industrial. Gracias a las prospecciones geofísicas de la Anglo-Persian Oil Company [APOC] (luego Anglo-Iranian Oil Company [AIOC] y hoy British Petroleum [BP]) los ingleses supieron, ya desde 1908, que el Golfo Pérsico era un lugar rebosante de crudo. Persia (Irán) fue su primer lugar de extracción, en Abadán.

 

Ya antes de la PGM, los británicos se esforzaron por favorecer la disgregación de Imperio Otomano, que dominaba todo Medio Oriente, favoreciendo las “revueltas árabes” (la antesala de las actuales “primaveras árabes” … todo se recicla al fin de cuentas). La principal fue la acaecida en Arabia en 1916, gracias a los servicios del oficial imperial T.E. Lawrence (“Lawrence de Arabia”) quien puso al mando de la península arábiga a Abdelaziz bin Saud, coronándolo rey (de allí que Arabia sea “saudita”). Esa táctica de dividir imperios (hoy se le dice “balcanizar”, justamente porque en los Balcanes también dividieron al Imperio Otomano) y favorecer “independencias” a las tribus árabes es una vieja maniobra de dominación británica. Mayormente, en esos territorios se instalaban monarquías absolutistas pues aseguraban la estabilidad que no daban las democracias y creaban súbditos dependientes. Estas monarquías estaban sólidamente relacionadas con la realeza británica.

 

A través de su diestra diplomacia, los británicos prácticamente se quedaron con el monopolio de la producción petrolífera del Golfo hasta bien entrada la década de 1950, cuando fueron reemplazados en protagonismo por EEUU, la potencia industrial que pedía pista. Por este motivo, Reino Unido, a pesar de ser una isla europea, nunca tuvo problemas de abastecimiento de petróleo durante el conflicto mundial, pero sí empezó a tenerlo cuando EEUU se convirtió en superpotencia durante la Guerra Fría, coincidiendo ello con el desplome de su industria.

 

DOMINACIÓN ANGLO-ESTADOUNIDENSE DE PERSIA

La proliferación de reinos en Medio Oriente vinculados con la realeza británica no tuvo excepción en Persia. Todo marchó sobre ruedas para los ingleses hasta que en 1925 asumió tras un golpe el general cosaco Reza Khan auto coronándose bajo el nombre de Reza Pahlavi, luego de deponer al servil rey Ahmad Shah Qayar. El nuevo monarca iraní tenía ímpetus nacionalistas y cometería algunos actos “imperdonables”, a saber, la construcción de un ferrocarril trans-iranio para unir el Golfo con el Mar Caspio [«Corredor Persa»], la fundación del Banco Central Iraní en sustitución del británico Banco Imperial de Persia y la contratación de ingenieros alemanes para instaurar una industria autóctona.  Pero el límite a sus aires de autonomía sobrevendría cuando osó renegociar con la APOC los términos de la concesión que el  millonario londinense William Knox d’Arcy firmó con el ex rey de Persia, Mozaffareddín Shah Qayar en 1901, términos que eran extremadamente leoninos y que incluían el derecho exclusivo de prospección durante 60 años en todo el territorio iraní a cambio de £ 20.000 y la promesa de un 16% de los beneficios futuros.​ El rey persa no era un tonto, simplemente ignoraba en 1901 que el petróleo se iba a convertir en el preciado líquido en que se había transformado tras la PGM.

 

Cuando estalla la SGM, Irán se mantiene oficialmente neutral, aunque Reza Pahlavi se mostraba abiertamente germanófilo, muy probablemente, por la enorme influencia que tenía la APOC en las decisiones de su país y la dilación de los ingleses en encarar una renegociación. Cuando Alemania invade la URSS en junio de 1941, británicos y rusos reconocen tener un enemigo común y unen esfuerzos. Los británicos temían que la refinería de Abadán, propiedad de la APOC, que producía 8 millones de toneladas ya en 1940, pudiera caer en manos alemanas; y los rusos pensaban que el Corredor Persa era una de las pocas rutas abiertas seguras para la llegada de suministros estadounidenses. Entonces, en agosto de 1941, tropas soviéticas y británicas, coordinadas, invadieron Irán y obligaron al regente a abdicar en lugar de su hijo, Mohammad Reza Pahlavi que en ese entonces tenía 22 años. No olvidemos a este personaje (que se llama casi igual que su padre) porque su funesta incidencia en la historia iraní será clave para la asunción de la Revolución Islámica, 38 años después.

Foto: soldados soviéticos y británicos confraternizan luego de invadir Irán.

 

Foto: el jovencito Mohammad Reza Pahlavi asume como rey luego de que los anglo-soviéticos obliguen a abdica a su padre, quien se exilió en Sudáfrica.

 

El nuevo monarca expulsó inmediatamente a los técnicos alemanes, y el 9 de enero de 1942 fue obligado a firmar la Alianza Tripartita, por la cual Irán brindaba “apoyo logístico” (un eufemismo para justificar la ocupación) a cambio de que las tropas aliadas se retirasen a no más de 6 meses después de finalizadas las hostilidades. Sin embargo, el 9 de septiembre de 1943, la presión de EEUU, que controlaba el «Corredor Persa», hizo que Irán declarase la guerra a Alemania. EEUU entonces empezó a entrenar y armar al ejército iraní, dado que ahora era un «aliado beligerante» infiltrándose en las fuerzas armadas iraníes. La estatura mundial de Irán llegó a tales niveles que la primera reunión entre Winston Churchill, Franklin Roosevelt y Stalin fue en Teherán [del 28/11/1943 al 01/12/1943], luego de las decisivas derrotas alemanas de Stalingrado y Kursk. Allí se empezaría a diseñar el mundo de posguerra. Irán ya era parte del Gran Juego geopolítico mundial de las grandes potencias.

 

Durante los tres años que duró la ocupación aliada de Irán, Stalin había expandido la influencia soviética al Azerbaiyán y Kurdistán iraníes, en el noroeste del país, a través del Partido Tudeh. El 12/12/1945 se creó la República Popular de Azerbaiyán respaldada por Moscú. Las tropas iraníes, dominadas por EEUU, entraron en colisión con el Ejército Rojo. Cuando el 02/03/1946 expiró el plazo estipulado por el Acuerdo Tripartito para la retirada anglo-soviética, los rusos no quisieron retirarse. El monarca iraní (al que llamaremos Sha, como usualmente se lo conoce) negoció la retirada soviética por concesiones petrolíferas. Recién ahí, las fuerzas iraníes pudieron ocupar las “soviéticas” zonas del norte. Cuando Irán recobró su territorio… revocó las concesiones. Este fue uno de los episodios más ríspidos de la (incipiente) Guerra Fría. Irán pudo haber sido el primer lugar donde pudieron haber combatido tropas anglosajonas (que se comprometían a ayudar a los iraníes) y soviéticas. La prudencia de Stalin de no volver a invadir Irán hizo que se evitara el conflicto.

 

Así, Gran Bretaña conservaba sus privilegios monopólicos petrolíferos gracias a la (re-denominada) AIOC y EEUU entraba en escena como «protector» de Irán contra los soviéticos. Demás está decir que EEUU aún no tendía sus redes sobre el petróleo iraní porque vislumbraba pacientemente cómo el Imperio Británico se iba debilitando gradualmente (las deuda pública británica era colosal y la tenía con EEUU gracias a la Ley de Préstamo y Arriendo votada durante la guerra contra Alemania) y además ya había puesto sus ojos en Arabia Saudita, donde Washington, ante la extrema desaprobación británica, respaldó el acuerdo 50/50 entre la empresa ARAMCO (Arabian-American Oil Co) y el Reino Saudita en 1950, que tendría repercusiones políticas en toda la región.​

 

Este acuerdo estadounidense-saudí llamó poderosamente la atención al pueblo iraní que veía a AIOC como un ente expoliador, lo cual tendría enormes consecuencias en lo venidero y marcaría sus luchas independentistas hasta nuestros días.

Foto: camión cisterna de APOC. La existencia de esta empresa británica marcó el devenir de Irán en el Siglo XX.

 

IRÁN INGRESA EN LA LUCHA ANTI-COLONIALISTA

Tras la SGM y con el advenimiento en muchos países de una «oleada anticolonialista» el sistema político iraní se hizo cada vez más abierto. La influencia extranjera seguía siendo un tema sensible: la AIOC, propiedad del reino británico, continuaba explotando el petróleo iraní bajo condiciones muy ventajosas. Los waivers al contrato original de 1901 (como el de 1933) eran más protocolares que profundos. La riqueza del país no se veía en la población. A mediados de 1940 muchas fuerzas políticas iraníes comenzaron a abogar por la nacionalización de los campos petroleros, pero después de 1946 esto se convirtió en un verdadero movimiento político.

 

Irán era una monarquía parlamentaria desde 1909 tras la institución de la primera constitución moderna y de un parlamento (Majlis). Sin embargo, el Parlamento era visto como un nido de agentes británicos pues fue allí donde se aprobó la Convención Anglo-Irania de 1919, un acuerdo muy impopular que se percibía como la venta literal del país a los británicos y el fin de la independencia. Fue, justamente este hecho que hizo levantar al general cosaco Reza Khan, quién tomó Teherán en 1921. Ese hombre terminaría entronándose como Reza Pahlevi inaugurando una dinastía real. Sin embargo, éste sería luego obligado a abdicar por las tropas británicas y soviéticas en 1941, tras la invasión, como se explicó arriba. Eso explica por qué Irán hizo vaivenes entre el absolutismo y la democracia.

 

El sistema de monarquía parlamentaria permitía que el Sha emitiera decretos reales (firmán), le otorgaba el poder de nombrar y destituir a primeros ministros (con votos de confianza del Parlamento), designar a la mitad de los miembros del Senado, presentar proyectos de ley e incluso disolver el Parlamento, con lo cual tenía enormes poderes.

 

Al asumir Mohamed Reza Pahlavi, lejos de ceder poder al Parlamento (tal cual había prometido) se concentró en fortalecer las fuerzas armadas y garantizar que permanezcan bajo estricto control monárquico. En 1949 un intento de asesinato contra él, atribuido al partido pro-soviético Tudeh, dio lugar a la prohibición de ese partido y la expansión de los poderes constitucionales del Sha. Los soviéticos perdían influencia en Irán y el Sha, manejado por la Anglósfera, obtenía «superpoderes».

 

Apenas 5 meses después, el Sha aprueba un plan de desarrollo económico financiado por AIOC. En 1951, el primer ministro Mohammad Saed firmó entonces un Anexo al Tratado de Petróleo de 1933 (que a la vez era una revisión del de 1909) pero el parlamento se negó a ratificarlo porque lo consideraba expoliatorio. El Sha puso entonces como P.M. al jefe del Ejército, general Haj Ali Razmara, una manera sutil de «apretar» la ratificación del acuerdo. Pero allí surge un personaje que sería un punto de inflexión en la Historia iraní: bajo el liderazgo del líder del Frente Nacional (FN) Mohammad Mosaddegh, a la sazón presidente de la Comisión del Petróleo, el Parlamento declaró que los tratados de d’Arcy de 1909, de 1933 y el Anexo eran nulos por ser expoliadores. Empezaron entonces una serie de revueltas y atentados entre los nacionalistas y los imperialistas (Razmara es asesinado por orden de ayatolá Abol-Qassem Kashani, mentor del futuro ayatolá Kkomeini) y para traer paz política el Sha nombra P.M. a Mosaddegh.

 

Éste, apenas asumió intentó auditar los libros contables de la AIOC y limitar el control de la compañía sobre las reservas subterráneas, pero los británicos se negaron. En consecuencia, el 1° de mayo de 1951 el Parlamento aprobó la ley de nacionalización del petróleo iraní (impulsada por Mosaddegh) y procedió a expulsar a representantes corporativos extranjeros del país.

 

Foto: Mohammad Mosaddegh, el líder nacionalista que nacionalizó los recursos petrolíferos iraníes.

 

EL IMPERIO CONTRAATACA

La nacionalización del petróleo iraní fue un punto de inflexión en Irán y en el comportamiento de las potencias anglosajonas. Fue un reflejo tentador donde otros productores de petróleo podían verse. Pero para Occidente ese acontecimiento era el mayor riesgo que enfrentaban a su posición preponderante mundial pues perder el monopolio del petróleo implicaba dejar de ser el motor económico mundial y resignar liderazgo tecnológico, financiero y militar.

 

Apenas se nacionalizó el petróleo iraní, el R.U. instigó un boicot internacional que fue devastadoramente efectivo. Mientras, el MI6 empezó a sobornar a diputados para lograr un «golpe institucional» parlamentario. Mosaddegh advirtió la maniobra y quiso disolver el Parlamento a través de un referéndum que obtuvo el 99% de los votos. En ese proceso, obtuvo el apoyo del Tudeh, el partido comunista que había sido prohibido por el Sha. Éste pronto creyó que él también sería «disuelto» y empezó a conspirar con los británicos. Éstos, desesperados por revertir la situación, aprovecharon el apoyo comunista y persuadieron a EEUU, que estaba peleando la Guerra de Corea, que Irán se pasaría «al bando soviético».

 

Entonces la Anglósfera, junto al Sha, tramó un Golpe de Estado el 15 de agosto de 1953. Se llamó “Operación Ajax” y fue organizado por la CIA y el MI6. Se instauró un gobierno de facto bajo el general Fazlollah Zahedi que permitió a Mohammad Reza Pahlavi gobernar, esta vez, de manera autocrática. Lo paradójico de este suceso es que se acusaba a Mosaddegh de darse «poderes dictatoriales».

 

¿Cómo se hizo el golpe? A través de mercenarios contratados para organizar disturbios civiles en favor del Sha y medios de comunicación que argumentaron que Mosaddegh era un comunista enmascarado que entregaría las riquezas petrolíferas a la URSS (no olvidar que los soviéticos eran considerados enemigos acérrimos por el pueblo iraní, porque habían intentado anexar las zonas norte). Hubo, además, cientos de funcionarios sobornados, muchos de ellos, altos militares. La CIA también sobornó a religiosos chiítas pro-Sha. Diplomáticamente, el Sha redactó firmanes (decretos reales) que destituyeron al primer ministro Mosaddegh (recuerden que podía hacer eso, pero con consentimiento parlamentario, que obviamente se prestó alegre).

 

El golpe fue sangriento porque muchos partidarios nacionalistas y comunistas salieron a las calles en apoyo de su líder. En un momento, hasta pudo fracasar. El Sha aterrorizado huyó del país a Roma. Pero la decidida acción del ejército lo retornó al poder.

Mosaddegh fue arrestado, juzgado y condenado por traición por el tribunal militar. El 21 de diciembre de 1953, fue sentenciado a 3 años de cárcel y luego puesto bajo arresto domiciliario el resto de su vida. Hubo encarcelamientos y ejecuciones sumarias para sus seguidores.

Foto: El Sha (a la derecha) y el General Fazlollah Zahedi, los golpistas iraníes que destituyeron a Mosaddegh tras un golpe de Estado orquestado por la CIA y el MI6.

 

Después del golpe, reconocido y desclasificado por EEUU recién en agosto de 2013, el Sha continuó su gobierno como monarca absoluto durante los siguientes 26 años​ hasta que fue derrocado en la Revolución Islámica en 1979.

 

Con el Sha en el poder y EEUU como el verdadero artífice de su vuelta, los norteamericanos exigieron la eliminación del monopolio de AIOC para restituirla, ahora como BP. El mercado se abría a cinco compañías estadounidenses, más Royal Dutch Shell y la Compagnie Française des Pétroles, que iban a tener el oligopolio de extraer el petróleo iraní. El líder de la «Operación Ajax» fue el oficial de CIA Kermit Roosevelt, Jr. (hijo de Theodore Roosevelt, 26° presidente de EEUU).​El mayor general Norman Schwarzkopf, el mismo que comandara la Operación Desert Storm contra Saddam Hussein en 1991, se encargó de entrenar a la policía secreta iraní, la SAVAK, para asegurar el control de Irán por parte del Sha a través de técnicas de terror.

 

LOS AÑOS DE PLOMO Y OCCIDENTALIZACIÓN FORZADA

Durante el reinado autocrático de Sha, impresionado por la potencia que lo restituyera al poder absoluto, Irán se convirtió en uno de los dos gendarmes norteamericanos de la región (el otro es, por supuesto, Israel) e hizo todo aquello que típicamente hace un gobernante impulsado por los poderes fácticos extranjeros: compras multimillonarias al complejo militar-industrial estadounidense, anticomunismo y antinacionalismo ferviente (con represión cruel), apertura del mercado interno a las competencia extranjera, distribución inversa de la riqueza hacia las clases adineradas ligadas al capital extranjero, «modernización» cultural fomentando el consumismo y las modas occidentales, etc.

 

 

El Sha mismo había estudiado en escuelas suizas y británicas, y tenía una impronta occidental en sus vestimentas y gustos, viciada de una conducta derrochadora, por lo que no tenía simpatías hacia las tradiciones populares ni hacia los deberes islámicos.

 

 

A partir del 1962, inició planes quinquenales de infraestructura. En 15 años gastó +100.000 millones de dólares en planes de todo tipo, algunos delirantes basados en su megalomanía. Creó puertos, aeropuertos, ferrovías, polos petroquímicos, oleoductos/gasoductos que atravesaban el país buscando los puertos de atraque de los sedientos buques petroleros occidentales.

 

 

El 26 de octubre de 1967. el Sha y su esposa se proclaman emperadores, herederos del Imperio Persa de Ciro II, El Grande, haciendo una fiesta obscena en el medio del desierto donde fue invitado todo el jet set internacional, incluyendo las realezas europeas. En marzo de 1975 se disuelven todos los partidos políticos y se crea un partido único, “Resurgimiento de Irán”, que era el partido del rey.

 

Foto: El Sha Mohammad Reza Pahlavi, su esposa, la emperatriz Farah Pahlavi y su hijo Reza Ciro Pahlavi durante la coronación como EMPERADORES de Irán. A partir de ese momento, el país se empezó a llamar Imperio de Irán y no República de Irán.

 

Los iraníes, que no eran ajenos a tanto gasto faraónico a cambio de ningún beneficio perceptible para su pueblo (que se empobrecía aceleradamente), no tardaron en bautizar a los planificadores occidentales de la corte como los Masachuseti, en clara alusión a los Iluminati, ya que la mayor parte provenían de las universidades de Massachussets, donde los burócratas del régimen enviaban a sus hijos. Los Masachuseti consideraban absurdo que hubiese tantos pueblos dispersos, entonces trazaron un plan para reorganizar la agricultura, arrebatando tierras al clero y creando shakraks, ciudades cerradas de monoblocks. De 1972 al colapso de 1979, unas 67.000 pequeñas aldeas con sus cultivos, que existían desde hacía milenios, fueron borradas del mapa. En su lugar aparecieron 30.000 shakraks. Para repartir la tierra se implantó un sistema que trataba de conjugar la propiedad con la colectivización forzosa. Los campesinos leales al régimen recibieron parcelas que, formalmente, les pertenecían, pero estaban obligados a entregar la producción a cambio de unos riales que les daba el rey, que encima fijaba el precio. Ese dinero cada vez valía menos porque el gasto desaforado había generado deuda y desatado la inflación. En sólo una década Irán pasó de autoabastecerse de alimentos y generar excedente de exportación a tenerlos que importar. El gasto desmedido y pornográfico provocó ajuste y desempleo. Esto generó las primeras huelgas generales en 1978, que fueron duramente reprimidas con cientos de asesinatos y desapariciones, encargadas al SAVAK. En ese marco sucedería el llamado «Viernes Negro», el 8 de septiembre de 1978, que fuera un punto de inflexión en el desmanejo gubernamental del Shah: https://www.youtube.com/watch?v=eHBg5MxSL7o

 

 

El Sha opinaba que el atraso de Irán provenía de la cultura islámica (¡no sus medidas extranjerizantes!) por lo que intentó instalar un «American Way of Life». Los planificadores pro-occidentales creían que, rompiendo las lealtades tribales, doblegado el poder de los clérigos y aplastando las tradiciones centenarias islámicas, el país se encaminaría hacia un porvenir espléndido. Eso fue una marcha a su cadalso. Mientras los bulldozers arrasaban aldeas, los jóvenes desarraigados y empobrecidos se refugiaban en las mezquitas, donde reforzaban su fe ante los clérigos chiítas (Ulema) que el Sha había condenado al ostracismo, ganando más y más adeptos. Encima de males, bajo el Sha, Irán había reconocido a Israel, lo cual era visto por Ulema como una traición al Islam, dado que Israel era considerado un agente exógeno, parte de la colonización tardía europea en la zona que colonizaba a los fieles islámicos.

 

 

Luego del «Viernes Negro» y a sabiendas que la situación estaba inmanejable por la rebelión popular desatada, el Sha intentó hacer un golpe de timón político y puso como P.M. a Schapur Bachtiar, uno de los líderes del FN (el mismo recurso utilizado al poner a Mosaddegh), pero irritó más al pueblo iraní. Bachtiar asumió, pero el FN lo expulsó del partido. Así, los miembros del FN (usualmente laicos) acordaron trabajar con un clérigo de gran influencia sobre los fieles chiítas: Ruhollah Khomeini, que en su momento había sido exiliado a Irak y ahora se encontraba en Francia, pero que no paraba de lanzar proclamas contra el Sha, vinculándolo al imperialismo anglo-israelo-estadounidense.

 

 

Ya en enero de 1979, el Sha decide fugarse de Irán (e instalarse en EEUU, ¿dónde más?) porque Occidente había puesto todo su apoyo diplomático sobre Bachtiar. Este para evitar la guerra civil permite el retorno de Khomeini, disuelve la SAVAK y libera presos políticos. El 1° de febrero de 1979, Khomeini llega a Teherán y desconoce la autoridad de Bachtiar, de la monarquía y del Parlamento, y anuncia que tomaría el Gobierno de Irán en sus manos bajo una nueva organización política basada en los preceptos del Islam.

 

Foto: 1979, el pueblo iraní movilizado se aferra al clero chiíta para repudiar al Sha.

 

Foto:  1° de febrero de 1979, el ayatolá Khomeini saludando a sus partidarios en Teherán.

 

LA REVOLUCIÓN ISLÁMICA TOMA EL PODER

Con la Revolución se implanta la nueva Constitución y se funda la República Islámica: el Islam se proclamaba como único aglutinador del nacionalismo persa, enemigo del imperialismo occidental, lo que incluye a Israel, y solidario con las luchas pan-árabes. Con ella, terminaría para siempre la Dinastía Pahlavi y se instalaría un gobierno teocrático. La Revolución significaría un giro copernicano en la región y un fuerte golpe para EEUU, que no solamente perdió sus recursos tan valiosos, sino que dejó de manejar como marioneta a un actor geoestratégico que ahora se ponía de pie bajo un signo opuesto que podía influir en las luchas de liberación del mundo árabe (luchas emprendidas bajo el pan-arabismo, pero que habían sido subvertidas y derrotadas entre los años ‘50 y ’70 gracias a los buenos servicios de Israel).

 

Esto, por sí sólo, era suficiente para que EEUU y sus aliados consideraran a Irán un demonio. Prontamente, empezó la instalación mediática de un liderazgo iraní fanatizado, adepto al terrorismo, expansionista, tan irracional como irascible. Pero la verdad distaría mucho de esa caricaturización.

 

Para consolidar su legitimidad, Khomeini propone el 1° de abril de 1979 un referéndum ratificatorio para instaurar una República Islámica que gana por el 99,31%. Con la teocracia, empiezan enormes purgas en los sectores militares ligados al Sha y la burguesía ligada a la monarquía. Muchos son encarcelados y obligados a exiliarse. El 4 de noviembre, estudiantes islámicos asaltan la Embajada de EEUU dado que sospechan de la formación de un golpe «al estilo del de 1953 contra Mosaddegh». Toman a 52 «diplomáticos» (la gran mayoría, agentes de la CIA) de rehenes. El secuestro dura 444 días. Esta fue una de las grandes victorias de la Revolución (aun cuando propagandísticamente fue una derrota). La toma de rehenes se zanjaría a través de la liberación de los fondos iraníes depositados en bancos estadounidenses. No obstante, esos fondos regresarían a EEUU a través del llamado «Escándalo Irán-Contras» donde entrados los años 1980, con Irán en guerra contra Irak, el tándem Reagan-Bush (a pesar del embargo internacional que pesaba sobre Irán y la prohibición de la ONU a financiar la Contra nicaragüense) vendieron armas y repuestos a los iraníes y utilizaron esos fondos para financiar a los mercenarios derechistas, alias “La Contra”, en su guerra subversiva contra el gobierno sandinista nicaragüense de corte marxista.

 

EEUU EMPIEZA LOS ATAQUES A LA REVOLUCIÓN

El rescate [Operación Eagle Craw] a los rehenes montado por el gobierno de Jimmy Carter termina en un fiasco total, cosa que le costará su reelección. Lo sucederá el derechista Ronald Reagan en enero de 1981.  Ya antes de asumir, como presidente electo, Reagan utilizará los servicios de su futuro vice y ex jefe de la CIA; George Bush, para sondear a Saddam Hussein de iniciar una invasión al Irán revolucionario. Justo es decir que el Irak de Saddam no era un aliado estadounidense. Saddam tenía pretensiones de liderar el mundo árabe: se había negado a los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, por jemplo. Sin embargo, Irak tenía un conflicto territorial con Irán desde larga data, sobre los territorios sureños de Shatt al-Arab (riquísimos en petróleo) y sobre la provincia iraní de Juzestán. Irak entonces se aseguró, al menos, que Occidente le dejara «las manos libres» para atacar Irán, dado que consideraba que las defensas iraníes estaban en su punto más bajo.

 

EEUU vio la situación con buenos ojos: Saddam Hussein era un tirano sádico con delirios de grandeza, y por eso era la mejor opción para destruir Irán. Dos indeseables matándose entre ellos era la gloria para Occidente. Además, Saddam era sunnita, y dado que su país tenía una importante facción de su población de extracción chiíta en el sur, que podía tentarse a una integración con Irán, necesitaba de una guerra que recalcase el espíritu nacional iraquí y su liderazgo. En ese sentido, Saddam apuntó a la vieja rivalidad árabe-persa reviviendo la Batalla de al-Qadisiyya de 636, batalla donde Persia fue invadida por los árabes musulmanes y se islamizó.

 

 

Saddam no se equivocaba en algo: las purgas realizadas por la Revolución, fundamentalmente a los militares había debilitado hondamente a las fuerzas armadas. EEUU se encargó además de asegurar que, sin los expertos adecuados, los iraníes no podrían manejar los complejos sistemas de armas estadounidenses, que quedaban así inútiles aun cuando estuvieran nuevos.

 

 

Por otro lado, la URSS, principal proveedor de armas a Irak, tenía esperanza de sintonizar con Khomeini. Pero éste repudió el comunismo (era contrario a la idea de un «sistema sin Dios»), persiguiendo al Tudeh. Además, los soviéticos temían la expansión del Islam revolucionario en sus repúblicas musulmanas, por lo que apoyaron la guerra iraquí.

 

IRAK INVADE IRÁN

Cuando Irán recién estaba componiéndose de su caótica situación social y reorganizándose, Irak invade su territorio en tres frentes el 22 de septiembre de 1980, emulando la Operación Barbarroja nazi. Esta «campaña rápida» que pensaba realizar Saddam se convertiría en una guerra de desgaste de 8 años de duración, sin un claro vencedor. El enfrentamiento bélico costaría la vida de al menos  un millón de personas (60% iraníes), provocando el doble de heridos y el cuádruple de desplazados. Los costos económicos y ecológicos fueron extremadamente graves.

 

Casi toda la comunidad internacional (excepto Siria y Norcorea) apoyó a Irak. Fue tal el sostén, que no solamente se les brindó cantidad de artillería, misiles, tanques, buques, aviones e información, todos financiados a largo plazo y a bajas tasas, sino que también se le proveyó (y se les permitió usar) armas químicas. Incluso Francia le construyó una planta nuclear (Osirak) para que produzca uranio (capaz de fabricar armas atómicas), pero fue bombardeada por un ataque aéreo israelí en 1981 (Operación Ópera). Los hebreos, si bien odiaban a los iraníes, no aceptaban quebrar su monopolio atómico en la región.

 

 

Desde el comienzo y durante todo el conflicto, Irak siempre estuvo en desventaja demográfica frente a su rival, pero gozaba de unas fuerzas armadas más poderosas. Sin embargo, la voluntad de lucha de la Revolución Islámica fue superior y los árabes no pudieron triunfar. Los reinos del Golfo (con Kuwait y Arabia Saudita a la cabeza), financiaron la acción bélica e hicieron apoyo logístico brindando sus puertos y aeródromos. Al final, el conflicto se resolvería solamente debido al agotamiento de los actores, sin reparaciones ni cambios en las asignaciones fronterizas que habrían sido (supuestamente) la causa de la guerra.

 

 

La comunidad internacional siempre guardó silencio de los crímenes iraquíes y EEUU incluso impidió a la ONU condenar a Irak [Resolución 598] por el uso de armas químicas. Es más, en un punto de la campaña, en el séptimo año de la guerra, cuando Irán estaba contraatacando y capturando por primera vez territorio iraquí, EEUU se involucró directamente en la guerra: atacó a la armada iraní hundiéndoles varias embarcaciones y hasta llegó a derribar un avión de línea Airbus A300 de IranAir de un misilazo lanzado por el crucero USS Vincennes, asesinando 290 civiles [Vuelo 655]. Esto fue calificado como un «error» para la mass-media estadounidense, pero era un obvio acto terrorista. Se dice que fue este hecho el que convenció a Khomeini de firmar la paz. Al hacerlo, dijo “fue como beber un trago de veneno”.

 

 

A pesar de la devastación y la sangre derramada, la población persa no solamente no renegó de la Revolución Islámica, sino que se consolidó en y para ella. La guerra es conocida en Irán como «La Sagrada Defensa», lo que demuestra que no fue provocada. Los costos económicos de la reconstrucción del país fueron impresionantes y le demandaron una decena de años para «equilibrar el déficit». EEUU y sus aliados habían fracasado en su primer intento serio de destruir el régimen chiíta clerical.

 

Foto:  soldados iraquíes golpean con zapatos (tradición ofensiva en el Islam) la cara del ayatolá Khomeini, que se encuentra agujerada de balazos, durante los primeros tramos de la guerra.

 

EL TIRO POR LA CULATA

Dado que el país había quedado prácticamente en bancarrota por el esfuerzo bélico, EEUU sondeó a Irán para ofrecerles préstamos y dominarlos así a través del yugo de la deuda. Pero como la ley islámica prohíbe la usura (las tasas de interés), Khomeini no solicitó préstamos de dinero contra futuros ingresos del petróleo para enfrentar las expensas de la guerra y la reconstrucción, lo cual fue una medida muy limitante para la población, aunque evitó la instalación parasitaria de las instituciones financieras internacionales.

 

 

El ingreso petrolero pasó de 20.000 millones en 1982 a apenas 5.000 millones en 1988, cuando se firmó la paz (quizás esa fue también otra importante razón para firmarla). En represalia por no aceptar préstamos para la reconstrucción, Arabia Saudita, el nuevo gendarme elegido por EEUU tras «perder» a Irán, subió la producción petrolera y bajó el precio del barril, condenando a la economía persa a mayores pesares.

 

 

Sin embargo, este hecho tuvo «efectos colaterales». Irak también estaba en total bancarrota y era la hora de pagar las cuentas de sus multimillonarias compras de armamento. Para salir del paso, Saddam empezó a exigir al «mundo árabe» (fundamentalmente a Kuwait y Arabia Saudita) compensaciones y reparaciones por haber «contenido» a la Revolución Islámica. Algo así como percibir honorarios.  Exigió, también, bajar la producción y elevar el precio del barril. ¡Justamente lo contrario a lo exigido por EEUU para sofocar Irán! Kuwaitíes y saudíes apenas accedieron a refinanciar sus deudas.

 

 

En 1990, agobiado por la asfixiante situación económica, Saddam solicitó firmemente a la OPEP que bajaran la producción de crudo para elevar el precio del barril a U$S 25 y así recuperar su economía; pero otra vez hubo nones. Kuwait fue el más agresivo en la negativa. Acto seguido: Irak acusó a Kuwait de «robar petróleo» de sus pozos conjuntos en Rumalia. Luego, amenazó a su vecino con invadirlo si no reducía sustancialmente su producción. Según algunos analistas, el encuentro que mantuvo la diplomática estadounidense April Catherine Glaspie con Saddam en Bagdad resultó tan ambiguo, que Saddam lo interpretó como un «manos libres» a la invasión de Kuwait (había ocurrido con Irán… ¿por qué no ahora también?). Pero Kuwait no era Irán: era «parte del sistema». En cualquier caso, el 2 de agosto de 1990 Irak invadió y anexó Kuwait como una provincia. Y allí se armó la más impresionante Coalición internacional contra un país tercermundista, desatándose la Primera Guerra del Golfo, con la obvia derrota iraquí, la recuperación de Kuwait y la ruina total de Irak. Saddam Hussein pasó de ser un (posible) líder pan-arabista que integraría el sunismo nacionalista en 1980 contra el chiismo persa a un paria internacional en 1990: apenas 10 años.

 

Con la Primera Guerra del Golfo de 1991 se logaron los siguientes objetivos:

  • Se eliminaba la “molestia” de un Saddam inoperante y resentido que no interpretaba correctamente las reglas no escritas del imperialismo anglosajón, pretendiendo compensaciones e independencia de acción.
  • Se ungía a Arabia Saudita como nuevo gendarme de contención ante Irán (en reemplazo de Irak), y se suplantaba el pan-arabismo laico iraquí por el wahabismo sunnita (un fanatismo religioso) saudita. Esto tendría enormes consecuencias a partir de 2012, cuando se desató el conflicto en Siria.
  • Se congregó a un concierto internacional de naciones en derredor de la única superpotencia en pie: EEUU. La enorme superioridad tecnológica, militar, mediática (con CNN) y política estadounidense hizo que todas las naciones del mundo le temieran y respetaran.
  • La URSS, que estaba en proceso de desintegración, perdió legitimidad por no poder imponer su influencia en el conflicto. Un año después terminaría implosionando.

Foto: 1991, un tanque M1 Abrams estadounidense en la frontera entre Kuwait e Irak frente a un retrato de Saddam Hussein.

 

EL PROBLEMA DE LA SUCESIÓN

El 3 de junio de 1989, el padre fundador de la Revolución Islámica y Líder Supremo, ayatolá Khomeini, muere por causas naturales. Sin embargo, la organización política de Irán, equilibrada entre el poder religioso y el poder civil, tuvo una sucesión ordenada, por lo que las esperanzas imperialistas de subvertir el orden político fueron vanas.

 

Irán tiene básicamente dos instituciones:

  • una democrática, donde las autoridades se eligen por voto popular,
  • otra colegiada, donde las autoridades son nombradas por prestigio religioso, moral y patriótico.

Por sufragio popular se elige presidente de la nación (Jefe de Gobierno), a los miembros del Parlamento (290 representantes) y a los 86 expertos que configurarán la “Asamblea de Expertos” (éstos por 8 años). El presidente, a la vez, nombra gabinete de ministros, coordina las decisiones gubernamentales y selecciona las políticas internas (leyes) que deben plantearse ante el poder legislativo.

 

La “Asamblea de Expertos”, que sale del voto popular, nombra al Líder Supremo (Jefe de Estado) y revisa sus acciones. El Líder tiene poder de veto de las leyes del Parlamento y es el comandante general de las Fuerzas Armadas. Además designa al presidente de la Judicaturas, a los miembros de la estación de radio y televisión del país (Consejo de Discernimiento) y a 6 de los 12 miembros del Consejo de Guardianes.

 

El Consejo de Guardianes, es uno de los organismos de mayor poder dentro de la estructura del estado iraní. Está formado por 6 alfaquíes (expertos en jurisprudencia religiosa) designados por el Líder Supremo y 6 juristas nominados por el Poder Judicial (todos sometidos a aprobación parlamentaria). Sus miembros son elegidos por 6 años. El Consejo aprueba todos los proyectos enviados por el Parlamento para verificar que responden a la Constitución y al Islam. También tiene el poder de vetar a los candidatos a elecciones parlamentarias, a la presidencia y a la Asamblea de Expertos.

 

Esta organización, si bien le da mucho poder al Líder Supremo y al Consejo, demuestra que el control es bastante cruzado porque el poder civil, indirectamente, puede elegir al mando absoluto y el poder legislativo puede objetar a los miembros del Consejo, lo cual si bien no niega el poder clerical (se trata de una República Islámica después de todo), tampoco puede decirse que no existe democracia en Irán. Muchas de las críticas en ese aspecto, paradójicamente, provienen de quienes impulsaron la monarquía absolutista del Shah…

 

LA ULTRADERECHA TRIUNFA EN ISRAEL Y DECRETA EL FIN DE IRÁN

Israel había tenido varias «guerras de supervivencia» contra sus vecinos árabes que sería vano describir aquí. Sin embargo, la guerra del Yom Kippur en 1973 contra Egipto y Siria fue fundamental por cuanto consagró a Israel definitivamente como un «protectorado estadounidense» en el Levante. Esta guerra, exitosa para Israel, posibilitaría:

  • El Tratado de Paz con Egipto en Camp David e n1978, finalizando el movimiento pan-árabe que lideraba esa nación. Egipto reconoce a Israel a cambio de la devolución de la península del Sinaí.
  • La ocupación hebrea de los Altos del Golán sirios. Esta anexión aun hoy es un foco de conflicto y es la razón por la que Siria no ha firmado un tratado de paz y reconocimiento mutuo con Israel.
  • El abandono del pueblo árabe de la causa nacional palestina. Esa lucha sería retomada, justamente, por la Revolución Islámica iraní.
  • La consagración de Israel como potencia nuclear. Durante esa guerra, EEUU proveyó bombas nucleares de caída libre Mk.12 que podían ser lanzadas por los cazabombarderos Phantom. Luego, Israel obtendría la capacidad de fabricar en el Complejo Dimona sus propios artefactos nucleares gracias a la ayuda norteamericana y francesa.

 

Israel, convertido en una potencia militar, se dedicó a partir de allí a destruir a su mayor enemigo, la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) liderada por Yasser Arafat, dado que era el único factor «rebelde» que podría resurgir el pan-arabismo y su existencia (y exigencias) dificultaba el reconocimiento del Estado hebreo por parte de sus vecinos. En ese sentido, en 1982 Israel monta la Operación «Paz para Galilea» e invade Líbano, donde la OLP tenía ahora su cuartel general. Este hecho es importante porque Líbano tiene una población chiíta que ocupa todo el sur. Israel comete hechos crueles en territorio libanés, e incluso, arma, entrena y financia a las falanges cristianas y drusas para acabar con palestinos y musulmanes (sean sunnitas o chiítas, daba lo mismo). En ese contexto nace Hezbolá (Partido de Dios) como un movimiento de resistencia libanesa chiíta contra la ocupación israelí. E Irán, por solidaridad antiimperialista, empieza a relacionarse con la resistencia libanesa, y por transitividad, con la palestina.

 

La resistencia libanesa fue tan incisiva que el ejército israelí tuvo que abandonar Líbano tras 3 años de ocupación. Hezbolá, que había sobresalida en su actividad insurgente, se convierte en el nuevo enemigo israelí, incluso, más importante que la OLP. Empieza entonces, una serie de atentados, secuestros y retaliaciones a uno y otro lado de la frontera libanesa entre esos dos actores.

 

Esta situación de “guerra desgastante” levanta en Israel un movimiento a favor de la paz que es aborrecido por el ala derechista, proclive a la colonización de los territorios ocupados, al supremacismo racista-religioso y a la eliminación de sus enemigos. En ese sentido, el gobierno de Isaac Shamir inicia la Conferencia de Paz de Madrid, apoyada por EEUU y la URSS, el 30/10/1991 para empezar un proceso de paz entre Israel y la OLP, Siria, Líbano y Jordania. Pero empiezan a suceder hechos extraños que conspiran contra cualquier acuerdo.

 

El 17 de marzo de 1992, ocurre la implosión en la Embajada de Israel en Buenos Aires, donde estaba reunido el grupo dirigente del Shin Beth (la inteligencia israelí) encargado de la seguridad en el área sudamericana. La implosión, sin embargo, se produjo en el momento en que todos los agentes estaban almorzando fuera del edificio.

 

Ese hecho turbio, del que nada se sabe, no acabó sin embargo con el desarrollo de las negociaciones de paz, que continuaron durante 1992 en diversos lugares: Washington, Viena, Bruselas, Tokio y Ottawa.

 

El 13 de junio de 1992 triunfa electoralmente Isaac Rabin como líder del Partido Laborista y una de sus primeras medidas fue la reestructuración del Shin Beth. El «departamento judío» del Shin Bet se eleva a rango de brigada y empieza a hacer inteligencia sobre los grupos fundamentalistas judíos dentro de Israel, recibiendo la orden de infiltrarse en las organizaciones creadas por los colonos.

 

En agosto de 1992, Israel declara aplicable al Golán sirio el principio de la «restitución de territorios». Allí están establecidos ilegalmente 13.000 colonos judíos. Entre el 9 y 13 de septiembre de 1993 se produce en Washington (ante Bill Clinton) el reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP, donde Arafat y Rabin se dan la mano cara a cara.

 

 

El 16 de enero de 1994 se produce la cumbre sirio-americana en Ginebra. Rabin anuncia la intención de realizar un referéndum para legalizar la retirada de las fuerzas armadas israelíes de los Altos del Golán. Entre febrero y mayo de 1994 se firman los Acuerdos de El Cairo donde se establecen las fronteras internacionales de Gaza y Jericó. El 25 de mayo de 1994 se suscribe el Acuerdo de Paz entre Jordania e Israel y el 1° de julio de 1994 regresa Yasser Arafat a Palestina luego de 27 años de exilio.

 

El 18 de julio de 1994 ocurre la voladura de la AMIA de Buenos Aires. Las organizaciones judías que funcionaban en ese edificio eran favorables al plan de paz. El 26 de octubre de 1994 se suscribe el Tratado de Paz entre Israel y Jordania, ratificados el 25 de septiembre en Oslo.

 

El 4 de noviembre de 1995 es asesinado Isaac Rabin por un muchacho judío de 24 años. Las conclusiones de la Comisión Investigadora determinaron la complicidad del Shin Beth en el asesinato, por acción e inacción. Ciertos rabinos, que insinuaron que la Ley Judía equiparaba efectivamente la entrega de tierras a los palestinos a una traición, habían insuflado ánimos al sicario.

 

A partir de la muerte de Rabin, Israel empezó a virar hacia la ultraderecha. Una engrasada máquina propagandística empezó a culpar a Irán (y a su aliado libanés, Hezbolá) de los atentados en Buenos Aires, atribuyendo también una conexión local (con pruebas o sin ellas, Argentina siempre fue relacionada a grupos neonazis). De hecho, entre el 11 y 27 de abril de 1996, Israel monta la Operación «Uvas de la Ira» contra el Hezbolá en el sur del Líbano, haciendo 1100 incursiones aéreas para reforzar esa teoría.

 

Si bien los hechos concatenados podrían elevar otras vías de investigación, judicialmente, en Argentina, se investiga solamente la «pista iraní». La ultraderecha israelí elevó a Irán al nivel de archi-enemigo, dado que lo considera un rival regional en la zona (lo cual es mutuo): Las acusaciones de terrorismo son tan insistentes que en el inconsciente colectivo del común de la gente, en Argentina y el mundo occidental, Irán es sinónimo de terrorismo antisemita.

 

LA ULTRADERECHA TRIUNFA EN EEUU Y DECRETA EL FIN DE IRÁN

En el año 2000, se publicó en EEUU un informe llamado «Reconstruyendo las Defensas de América: Estrategia, Fuerzas y Recursos para un Nuevo Siglo» en donde se afirmaba que «EEUU debe mantener fuerzas lo suficientemente capaces de desplegarse rápidamente y ganar múltiples guerras simultáneas a gran escala». Curiosamente, el documento indica que «EEUU han buscado durante décadas jugar un papel más permanente en la seguridad regional del Golfo… la necesidad de una fuerte presencia militar en el Golfo trasciende la cuestión del régimen de Saddam Hussein.» En la promoción de un aumento masivo en el gasto de Defensa y la ampliación del Imperio Norteamericano en el mundo, incluyendo la destrucción forzada de varios países a través de los principales teatros de guerra, el informe indica que, «… el proceso de transformación, incluso si trae cambios revolucionarios, probablemente sea muy largo, en ausencia de algún evento catastrófico y catalizador – como un nuevo Pearl Harbor». Ese acontecimiento tuvo lugar un año más tarde con los hechos del 9/11. Muchos de los autores de este informe (entre los que se encontraban Dick Cheney, Paul Wolfowitz, Richard Perle, Donald Rumsfeld y John Bolton), que eran miembros del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano [PNSA] se habían convertido en funcionarios de la Administración Bush.

 

A partir del autoatentado del 11 de septiembre de 2001 sobre el World Trade Center y el Pentágono, el Deep State «neocon» triunfante de la Guerra Fría y exultante tras la guerra del Golfo Pérsico, consigue dar un golpe a lo que quedaba de fuerzas democráticas y eleva su estrategia de dominio mundial con el plan de rediseño del «Medio Oriente ampliado». Este proyecto tiene como axioma el dominio del Medio Oriente como base del dominio mundial (Eurasia como epicentro del planeta), y para ello, se debe emprender una serie de guerras para dividir los grandes Estados de la región en una multitud de pequeños Estados incapaces de sobrevivir por sí solos y hacerlos también étnicamente homogéneos, lo cual implicaría enormes desplazamientos forzosos de poblaciones. En esa ecuación, Irán es un estorbo. Esa doctrina será conocida luego como Plan Rumsfeld/Cebrowski.

 

Ya en 2002, George H. Bush acusa a Irán de formar parte del ‘Eje del mal’, formado por la República Islámica, Corea del Norte e Irak, países que no tenían relación entre ellos. Washington acusa a los ayatolás de patrocinar el terrorismo y de tener un programa nuclear oculto.

 

En 2003, EEUU monta las dos primeras guerras consecuentes con este plan de conquista:

(1) La invasión de Afganistán en 2001, supuesto lugar donde se ocultaba Osama bin Laden, empresario saudita ligado a la CIA (y vinculado societariamente al Clan Bush) al que se le atribuía el ataque del 11-S; y

(2) La invasión y partición de Irak en 2003, bajo la excusa sin ninguna prueba concreta de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Ambas guerras fueron argumentadas en función a la defensa nacional estadounidense en lo que mediáticamente se llamó «Guerra contra el Terror».

Casualmente, ambos países rodean (cercan, asedian) a Irán, por el este y el oeste.

 

IRÁN TOMA LA INICIATIVA PARA SU DEFENSA, CON OBSTÁCULOS.

Irán tomó debida nota de los crueles excesos de las tropas americanas en Irak, que incluyeron torturas de civiles, violaciones, abusos, asesinatos gratuitos, robos y saqueos, y demás vejaciones. Lo mismo había hecho en Afganistán, donde la vida no valía nada.

 

Los ayatolás no se equivocaban: el presidente George H. Bush hizo todo ‎lo que estaba a su alcance por desatar una guerra contra Irán para continuar con la destrucción sistemática de las estructuras de los Estados en los países del «Medio Oriente ampliado». Pero la Comisión bipartidista Baker-Hamilton le impidió hacerlo pues consideraba que todavía no había recuperado lo invertido en la guerra iraquí-afgana y una guerra con Irán, en lo pronto, generaría demasiados costos.

 

Por esas cuestiones, y por estar literalmente cercado, Irán empezó a tomar medidas preventivas de defensa: la primera fue en noviembre de 2003, cuando Irán anunció que suspendía su programa de enriquecimiento de uranio permitiendo al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) acceder a sus instalaciones. Esto, que parece contradictorio, tenía por objeto levantar el bloqueo económico que desmoralizaban a la población e impedían la modernización del país. No obstante, Irán perfeccionaba cada vez más su misilería convencional logrando proyectiles que llegaban hasta territorio hebreo, a la vez que potenciaba sus submarinos y sistemas antiaéreos. Además, estrechaba cada vez más sus relaciones con Rusia y China.

 

En junio de 2005 accede a la presidencia Mahmud Ahmadineyad, un conservador salido de los Guardianes de la Revolución, contrario al imperialismo norteamericano e israelí. Su sola presencia hizo que Occidente retorne al bloqueo económico.

 

En 2006, Israel invade Líbano por enésima vez para liquidar definitivamente a Hezbolá. Los iraníes perciben esto como un ataque personal para eliminar luego a Siria (no se equivocaban). Sin embargo, la incursión dura 33 días. Israel recibe una derrota aplastante gracias al riguroso entrenamiento militar brindado por la Guardia Revolucionaria, cuyos asesores ya estaban en Líbano. Esa derrota israelí puede ser atribuida al brillante estratega Qasem Soleimani.

 

El 25 de octubre de 2007, EEUU anuncia la imposición de sanciones más fuertes contra Irán por el reinicio de su programa nuclear civil. Ello provoca enormes constricciones en la ciudadanía que derivan en protestas públicas por todo el país. Sin embargo, el 12 de junio de 2009 Ahmadineyad es reelegido en unas ajustadas elecciones en la que es acusado de fraude electoral por el candidato opositor Mir-Hossein Mousavi. El malestar desemboca en violentas manifestaciones que provocan 30 muertos y unos 1000 detenidos. El Líder Supremo Alí Jamenei declaró que no había pruebas de irregularidades y en agosto Ahmadineyad jura su cargo por un segundo mandato.

 

La acusación de fraude había sido estudiada antes: en febrero de 2006, la secretaria de Estado ultraderechista Condoleezza Rice presentó una nueva estrategia para Irán «haciendo hincapié en las herramientas de la llamada diplomacia suave». Claro, antes se pensaba en bombardearlo nuclearmente. Rice financió a los «grupos democráticos», fundamentalmente, ONGs, además de ampliar la radio, la televisión y la radiodifusión satelital y por Internet por EEUU, que son cada vez más populares entre los jóvenes iraníes. Estas operaciones no eran nuevas… ¡ya se habían hecho en 1953 para derrocar Mosaddegh!

 

Justamente, EEUU inauguró en 2009 la estratagema de las «Revoluciones de Color»: denuncias de fraude, falsas acusaciones, disturbios armados en pos de «la democracia y la libertad», proclamas contra la «dictadura de Ahmadineyad». Y luego, cuando eso fue infructuoso, se pasó a la fase violenta con atentados en mezquitas, comenzando la llamada «Revolución Verde», impulsado, dirigido y protagonizado por las clases altas, universitarios y pequeños burgueses occidentalizados que hasta portaban carteles… ¡en inglés!  Tal es así que fue llamada también “Twitter Revolution” por la forma en la que arengaban a la población.

 

Foto: durante la Revolución Verde contra Ahmadineyad fueron usuales los partidarios con carteles en inglés y banderas imperiales usadas durante la época del Sha.

 

ESTALLA LA GUERRA EN SIRIA (ARABIA SAUDITA PEGA PRIMERO)

El año 2009 fue el año que fracasó el «Golpe Suave» en Irán. También fue el año en que el presidente sirio Bashar al-Assad se negó a firmar un acuerdo sobre el oleoducto qatarí-saudí, patrocinado por empresas estadounidenses y británicas, privilegiando los intereses de sus aliados históricos: Rusia, cuya fortaleza económica depende de su abastecimiento de gas a Europa, e Irán, exportador de gas licuado a Europa por vía marítima. El gasoducto iba a sortear la necesidad de pasar por el Estrecho de Hormuz, “cuello” del Golfo donde Irán tiene todas las de ganar de querer bloquearlo. La tensión se incrementó aún más cuando Siria favoreció la construcción de un «gasoducto islámico» que correría de Irán a Líbano, con empresas rusas implicadas. El anuncio se hizo en 2011, y la guerra empezó en 2012, sin poder construirse ni un mínimo tramo. ¿Casualidad?

 

 

Además, en junio-julio de 2012, el Consejo de Seguridad de la ONU impone una cuarta ronda de sanciones contra Irán: mayor embargo de armas y restricciones financieras. La Unión Europea anuncia ese mismo año un boicot a la exportación de petróleo iraní. Fruto de estas sanciones, el rial iraní cae a un mínimo histórico, perdiendo el 80% de su valor (respecto a 2011).

 

Dije anteriormente que EEUU apostó por el wahabismo saudita para enfrentar a Irán una vez que fracasó el intento por impulsar el pan-arabismo iraquí de Saddam Hussein (y que le costara la destrucción de su régimen y su ahorcamiento por las tropas yankees). La lealtad saudí se probó durante la Primera Guerra del Golfo, cuando los ejércitos «infieles» estadounidenses, británicos y franceses se apostaron en las tierras sagradas del Islam para asaltar al ejército en Kuwait.

 

 

Siguiendo el programa estadounidense del Rediseño de Medio Oriente, el wahabismo saudí [y sus lacayos cataríes y emiratíes] empezó a financiar revueltas en Siria con ejércitos subsidiados de al-Queda (a la sazón, una creación saudí-pakistaní aliada de la CIA) para destruir al íntimo aliado iraní y enlazarse con el «otro gendarme»: Israel. En Siria no había solamente rencores económicos sino por segunda vez (la primera fue la Primera Guerra del Golfo de 1990-91) una oportunidad de coordinación entre la Alianza Occidental atlantista-otaniana (EEUU, Francia, Reino Unido, Turquía), las petromonarquías (Arabia Saudita, Qatar, EAU) e Israel.

 

 

El rediseño de Siria comprendía (1) la destrucción total del país tal como se conocía, con la ejecución sumaria de Bashar al-Assad [tal como se hizo con Saddam Hussein y Muammar Khadaffi] (2) la balcanización del territorio para distribuirlo en «áreas» menores entre los triunfadores.

 

 

En Siria, EEUU y las potencias atlantistas aportaron armamento, entrenamiento y apoyo logístico, Israel aportó una retaguardia sólida e inteligencia (y esporádicos raids aéreos) y los entes sunitas más pobres (Libia, Túnez, Chechenia, Mauritania, Sudán, Somalia, Egipto mismo, Irak, y hasta Turquía) la «carne de cañón», mientras que Arabia Saudita/Catar aportaron millones de petrodólares.

 

 

Paralelamente, para mayor demostración de fidelidad, Arabia Saudita perseguía a la minoría chiíta en su propio reino, llegando a su clímax cuando en enero de 2016 ejecutó a 47 fieles acusados [sin ninguna prueba] de terrorismo, incluyéndose al clérigo Nimr Baqr al Nimr, lo que trajo un malestar diplomático de altas proporciones con Irán, parecido a la ejecución de Soleimani de estos días. Además, impulsaba una campaña de bombardeos contra su vecino sureño Yemen con el solo fin de masacrar a la facción hutí (chiíta, apoyados políticamente por Irán), que se había sublevado contra el gobierno central.

 

IRÁN ENTRA EN GUERRA EN SIRIA

En ayuda a su aliado, Irán decidió intervenir en Siria a través de su Ejército de Guardianes de la Revolución y el Hezbolá libanés. No lo hizo inmediatamente, sino recién en 2015, cuando el Ejército Árabe Sirio estaba a punto de desfallecer y caer el gobierno alauita de Bashar al-Assad. También en 2015 se implicó en defensa de Siria la Federación Rusa. Los rusos aportaron su experiencia en ataques aéreos (básicamente), bombardeando intensamente a los grupos subsidiados de al-Qaeda y evitando, a la vez, el involucramiento directo de otras potencias, que evadían comprometerse con los rusos. Pero fue la pericia militar de Irán y el Hezbolá quienes «pusieron las botas en el terreno» y se cargaron la campaña para eliminar a los grupos terroristas takfiríes, incluyendo, al tardío pero sanguinario, Estado Islámico, que entró en la refriega a partir de 2016. El artífice de la campaña iraní en Siria fue un general llamado Qassam Soleimani.

 

EEUU FIRMA TRATADO NUCLEAR CON IRÁN

El 14 de julio de 2015, cuando la campaña para destruir Siria estaba empezando a perderse, posicionando a Irán en las mismas fronteras con Israel y ganando gran prestigio en la zona, la Administración Obama intentó apaciguarlo firmando el Plan de Acción Conjunto y Completo sobre el programa nuclear de Irán.

 

 

El acuerdo, llamado P5+1, dado que incluye a los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, obliga a Irán a eliminar sus reservas de uranio enriquecido medio, cortar sus reservas de uranio enriquecido bajo por 98% y reducir por 2/3 sus centrifugadoras de gas por 13 años. Por los próximos 15 años Irán solo enriquecerá uranio hasta 3,67%. Irán también acordó no construir ningún nuevo reactor nuclear de agua pesada por el mismo período de tiempo. El enriquecimiento de uranio se limitará a una sola instalación usando centrifugadoras de 1° generación por 10 años. Para monitorear y verificar el cumplimiento, el OEIA tendría acceso a regular a todas las instalaciones iraníes. A cambio, Irán recibirá alivio de las sanciones económicas por parte de EEUU, la UE y el Consejo de Seguridad de las ONU.

 

Sin embargo, algunos teóricos como Thierry Meyssan creen que Irán, al menos desde la Revolución Islámica, no desea fabricar armas nucleares. El ayatola Khomeini y sus sucesores condenaron la fabricación, almacenamiento y uso de armas nucleares, e incluso la amenaza de recurrir a ella, como actos contrarios a los valores religiosos de la fe islámica. Según ellos, el uso de armas de destrucción masiva que matan indiscriminadamente, es moralmente inaceptable. Dicha prohibición adquirió fuerza de ley a través de la fatwa emitida por el Líder Supremo ayatolá Khamenei, el 9 de agosto de 2005. (Podemos creerles a los iraníes, pues durante la guerra contra Irak, Saddam atacó con misiles balísticos las ciudades iraníes y utilizó armas químicas a mansalva, y los iraníes jamás respondieron igual, aun a costa de muchas pérdidas humanas).

 

¿Por qué, entonces, se creó un mito sobre el programa nuclear iraní? La creencia surgió fuerte luego de las invasiones anglosajonas a Afganistán e Irak. El plan estratégico era apresar a Irán en un movimiento de pinzas desde el este y el oeste. Nada complejo. Pero los servicios de inteligencia angloestadounidenses diseminaron la información que Irán estaba elaborando armas nucleares, algo que pudo ser rumoreado por Irán para evitar el cerco. Esas maniobras, no obstante, sirvieron a EEUU y sus súbditos para AHOGAR ECONÓMICAMENTE A IRÁN y tener consenso en la ONU para legitimar esa «muerte lenta».

 

 

Irán, aparentemente, sigue el juego a EEUU amagando «prender y apagar» el programa nuclear, a efectos de lograr con ello reducir las sanciones económicas, que es lo que más le preocupa.

 

Existe, con el tema nuclear, también un tema económico que nos remonta 60 años atrás. La similitud entre el comportamiento de antaño de las grandes potencias ante el petróleo iraní y su actual comportamiento ante el uranio es sorprendente: como expliqué, antes incluso de la SGM, los anglosajones impusieron a Irán contratos leoninos para extraer su petróleo sin pagarlo a un precio justo, impidiendo además que Irán se dotara de refinerías para procesarlo, de forma tal que tenían que pagar un alto precio por la gasolina que APOC producía en su propio país. Con el Acuerdo P5+1, las grandes potencias pretenden prohibir que Irán pueda enriquecer su uranio para convertirlo en combustible. Así, Irán no tendría la posibilidad de utilizar sus propias riquezas minerales y se vería obligado a venderlas a bajo precio. Y si quisiera obtenerlo, debería comprárselos a ellos mismos.

 

TRUMP PATEA EL TABLERO DEL TRATADO NUCLEAR CON IRÁN

El 8 de mayo de 2018, el presidente Donald Trump retira a EEUU del pacto nuclear firmado en 2015, al que califica de “peor pacto de la historia”, y vuelve a imponer sanciones ¡otra vez! contra Irán. El mandatario pretende ahora renegociar el acuerdo para incluir la limitación de misiles balísticos, única arma que garantiza la defensa iraní. Obviamente Teherán no puede aceptar eso pues es su única arma creíble de retaliación.

 

 

Ya en mayo de 2015, mientras firmaba el Acuerdo Nuclear, el presidente Obama se reunía con los líderes del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG) para aumentar la capacidad defensiva, fundamentalmente, un escudo antimisiles para contrarrestar los proyectiles balísticos iraníes. Ahora Trump iba por la extorsión económica para lograr ese objetivo.

 

 

La potente misilería balística iraní, de fabricación nacional, se basa en los misiles Shahab-1 (SS-2C Scud-B modificados), Shahab-2 (SS-1D Scud-C modificados) y Shahab-3, entre otros sistemas, que pueden fácilmente impactar las refinerías y oleoductos saudíes, emiratíes, cataríes, bahreiníes, omaníes y kuwaitíes, destrozando “el motor energético estadounidense”. Incluso, sus misiles pueden alcanzar Israel o grupos de portaaviones en las afueras del Golfo Pérsico. Cualquier ataque al territorio persa sería inmediatamente contrarrestado con muchas salvas imparables de estos misiles. Así, sin necesidad de tener una respuesta nuclear, Irán puede salvaguardar su territorio asegurando un contragolpe mortífero a sus enemigos.

 

 

OBJETIVO TANGENCIAL ¡CHINA Y RUSIA!

En junio de 2019, seis inmensos buques cisternas fueron atacados en el Estrecho de Ormuz. EEUU y Reino Unido atribuyeron a Irán esos ataques. Sin embargo, ninguno pudo ser corroborado de autoría iraní. Los iraníes habían amenazado con clausurar el Estrecho de no permitirles exportar su petróleo y prontamente surgieron esos misteriosos ataques.

 

Al parecer, la Administración Trump ya no desea eliminar Irán ni apoderarse de sus recursos sino evitar que Irán venda su petróleo. INTENSIFICAR LA PRESIÓN BÉLICA (sin llegar a una conflagración abierta, lo cual exige un delicado equilibrio) ES LA MEJOR FORMA DE EVITAR QUE ESO SUCEDA. En vez de tratar de ‎ejercer un control estadounidense sobre el Medio Oriente, como deseaba G.H. Bush y Obama, Trump pretendería ‎limitar la cantidad de crudo disponible en el mercado internacional para mantener los precios a un nivel que haga rentable la explotación de los hidrocarburos estadounidenses de esquistos. La misma presión la ejerce sobre Venezuela.

 

EEUU se ha convertido en el primer productor mundial de hidrocarburos gracias al fracking (en 2017 produjo 571 millones de toneladas mientras Irán produjo 234 millones) y ‎ahora utiliza su posición predominante con un solo fin: maximizar sus ganancias. ‎Para lograrlo no vacila en eliminar grandes productores rivales: ellos son Irán y Venezuela.

 

 

Y acá enlazamos el capítulo final con el primero: toda economía depende, en primer lugar, de la energía a su disposición y ha sido esa una de las ‎principales causas de las guerras. Pero ahora no se trata de obtener petróleo, sino de impedir la competencia. Washington lograría eso no solamente estabilizando la oferta mundial sino determinando hacia dónde fluye. En pocas palabras: poner el precio y decidir a quién vender. Esto implica tener la mano sobre el grifo de la energía mundial.

 

Si EEUU logra eliminar a dos grandes productores como Irán y Venezuela a través de sanciones de ahogo económico legalmente rubricadas por la ONU (basadas en hechos bélicos provocados por el propio EEUU), y logra eliminar también a Rusia, esta vez, manipulando a la Unión Europa, su principal cliente, para que detenga la construcción de los gasoductos Nord Stream 2 o Turkish Stream, su objetivo de revertir la balanza comercial deficitaria estaría cumplido. EEUU podría vender gas licuado de esquistos a Europa a altísimo precio. Y Rusia, que hoy le vende petróleo a China a precio preferencial, se vería obligado a venderle al mismo precio que los europeos para sostener sus costos (y así China vería resentida, a la vez, su balanza comercial).

 

He sostenido en otros artículos que China necesita sostener un superávit comercial cuantioso para financiar la enorme inversión en investigación y desarrollo tecnológico en pos de ganar la tercera Revolución Industrial. EEUU parece que atacará, a través de la guerra del petróleo, a la industria china para socavar su superávit comercial, a la vez que invertirá el proceso de déficit comercial actual.

 

¿Saben quien es el mayor importador de petróleo iraní? Sí… China.

 

«La meta es privar al régimen iraní de los ingresos que utiliza para financiar actividades violentas y desestabilizadoras en todo el Medio Oriente y, de hecho, en todo el mundo», acaba de asegurar el secretario de Estado, Mike Pompeo.

 

 

Los chinos advierten que el cerco económico contra Irán, buscando catalogarlo de Estado Terrorista, es un golpe por elevación para ellos. Por eso mismo, en un mensaje simbólico hacia EEUU, realizaron por primera vez maniobras conjuntas con las armadas rusa e iraní en el Estrecho de Ormuz el 1° de enero de 2020, manifestando así su abandono de la hibernación y su decidido apoyo a Persia.

 

 

China parece haber convencido a Rusia que, si bien la elevación del precio del petróleo podría convenirle a corto plazo, la suspensión de los gasoductos a Europa (su principal cliente, casi cautivo) sería el paso subsiguiente, y a largo plazo, tendría mucho que perder. Putin parece advertir esa estratagema y por eso la Armada Rusa participó en las maniobras. Rusia no quiere dejar de tender lazos con Europa porque sabe que, de cortarse las relaciones de abastecimiento energético, Europa ganaría autonomía y podría enconcharse bajo los designios de la OTAN, catalogando a Rusia como enemigo, o aun peor, como territorio conquistable.

 

Foto: El Líder Supremo ayotolá Ali Khamenei con el retrato del general Soleimani tras su asesinato.

 

Apenas dos días después, el 3 de enero de 2020, un ataque aéreo estadounidense con drones en el aeropuerto de Bagdad, ordenado por Trump sin notificación o consulta al Congreso, destruye un convoy de automóviles que transportaba al comandante general y el comandante de la Fuerza Quds de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní (fuerza a la que EEUU calificó de terrorista meses antes), Qasem Soleimani, y al comandante de las Fuerzas de Movilización Popular iraquí, Abu Mahdi al-Muhandis. Ambos personajes fueron vitales para derrotar al wahabismo takfiri que asoló Irak y Siria y que fue (¿es?) apoyado por EEUU, la OTAN e Israel para… instalar el gasoducto qatarí-saudita a través del Levante. Otra vez los intereses petroleros. La ecuación cierra. ¿La excusa del atentado? Acusar a Irán de los incidentes en la Embajada estadounidense en Irak ocurridos una semana antes.

 

Ante la segura retaliación iraní, Trump se apresuró por decir que tenía «52 objetivos en mira» (en alusión a los 52 rehenes capturados en 1979). Entonces Irán ataca dos bases iraquíes «donde hay personal estadounidense» lo cual parece una respuesta limitada para salvar las apariencias y (una vez más) dice que se retirará del Acuerdo Nuclear. Es más, los mandatarios iraníes expresaron que «Irán responderá fuertemente a nuevos ataques de EEUU», lo cual implica una respuesta contenida y responsable para no incendiar la región. El conflicto no se saldrá de cauce por ahora, aparentemente.

 

Sin embargo, IRÁN ES HOY UNA AMENAZA MÁS CREÍBLE, no por su capacidad militar ni por su influencia cultural ni siquiera por su potencial económico. Lo es porque ha salido de su aislamiento internacional propiciando una alianza de facto con Rusia y China (intentando convivir con Turquía en zonas de influencia). Irán, que bajo la Revolución Islámica siempre fue reacio a las alianzas con «países infieles», ha cambiado (por necesidad) su actitud en los últimos años, como lo atestigua su involucramiento en Siria y su buena voluntad a pactar en los Tratados de Astaná.

 

Eso es lo que EEUU e Israel presienten e intentan evitar.

EEUU no quiere que Irán se convierta en el abastecedor de la economía china y sea su «trampolín energético» hacia la Tercera Revolución Industrial, donde China tiene ya ventajas competitivas. Ahogando la economía iraní a través de «casus belli» (como el ataque a los petroleros, como el atentado a Soleimani) o con conflictos abiertos (como la instauración del Estado Islámico en Irak y Siria, de corte takfiri, totalmente opuestos a la filosofía religiosa iraní), la economía china se vería sacudida fuertemente.

 

Además, con el auge de la violencia y la acusación infundada, Irán se ve compelido a un gran gasto en seguridad. El círculo se convierte en vicioso: mientras refuerza su seguridad, es a la vez acusado de expansionismo y terrorismo. Así, es azotado por sanciones internacionales por reaccionar a los actos terroristas que sufre. Paralelamente, una economía interna con problemas genera tensión social. EEUU entonces avala a los candidatos «democráticos» (o sea, pro-occidentales, cipayos) para posibilitar un cambio de régimen y «sumar a Irán al sistema». Los objetivos son de doble vía: o cambia el régimen o permite su subsistencia, pero al costo de no prosperar ni posibilitar la emergencia de una potencia global competitiva (como China).

 

Israel tiene sus propios intereses nacionales en juego, aunque como “protectorado” estadounidense comparte también sus intereses. A sus ansias de conservar el monopolio nuclear y de no verse rodeado por naciones islámicas (su peor pesadilla), en la última década ha propiciado una alianza de facto con las petromonarquías del Golfo, fusionando sus intereses estratégicos. Es por ello que el wahabismo takfiri de al-Qaeda y el Estado Islámico jamás han atentado contra un objetivo hebreo.

 

Israel y Arabia Saudita, además, tienen emprendimientos conjuntos en Yemen y el Cuerno de África para explotar petróleo y gas. Y han compartido sus intereses geopolíticos en Siria: los hebreos han fomentado (y fallado por acción turca) la formación de un Kurdistán pro-hebreo. Instalar en la opinión pública a Irán como una nación terrorista y antisemita es fundamental por cuánto saca el foco de sus propios crímenes humanitarios y (por contraste) la define como “la única democracia de Medio Oriente”, dándole legitimidad.

 

CONCLUSIÓN: IRAN, LA ESPINA CLAVADA

Desde que el petróleo se convirtió en la materia prima vital para el funcionamiento económico, Irán se convirtió en un país clave para las potencias occidentales. Eso favoreció la instauración no solamente de empresas extractivas, sino también de gobiernos mansos que cuidaran sus intereses. El Sha Mohammad Reza Pahlavi fue servicial a los intereses anglo-estadounidenses. El interludio de Mosaddegh fue rápidamente sofocado gracias a la acción de la CIA, que inauguró su larga experiencias en golpes de Estado utilizando manifestaciones manipuladas desde los medios y el soborno de políticos y militares colaboracionistas. La vuelta del Sha, con poderes autocráticos, sumió a Irán en la peor de las desigualdades. Fue el clero chiíta quien organizó una Revolución Islámica para derrocar al Sha, organizando un esquema de gobierno novedoso. La Constitución Islámica se declaraba anti-imperialista y anti-sionista. EEUU y sus estados vasallos probaron diversos métodos para derribar la República Islámica: una guerra con su vecino Irak, atentados terroristas, boicots económicos, asesinatos selectivos, golpes “suaves” y rebeliones internas. Todo fracasó. EEUU e Israel se volcaron a la ultraderecha imperialista a partir de los años 2000. Los intereses divergentes entre ellos e Irán lo hicieron colisionar nuevamente en los márgenes, como Líbano, a través del Hezbolá. EEUU invadió Irak y Afganistán para 2003 y estaba a punto de iniciar una devastadora guerra contra Irán. Eso forjó al país persa a salir de su aislamiento y estrechó relaciones con China y Rusia. Y amenazar con enriquecer uranio a pesar que el Islam se lo impide. Irán es el principal abastecedor energético de China, quien lo precisa para mantener su ritmo de crecimiento económico y como reaseguro para la Tercera Revolución Industrial. EEUU intenta impedir que ello suceda catalogando a Irán de terrorista. Además, somete a Irán como potencia regional, dado que es la única que podría competir con Israel y Arabia Saudita, sus gendarmes.