La Voz De Todos

Admin 13 septiembre, 2019

Septiembre. Por Ayelen Lambert

Un mes medio raro, al final no sabemos si va a hacer frío, o calor, o entre medio de los dos. 
Septiembre, el noveno mes del año. Para mí es un mes especial, supongo que todas las personas tenemos meses especiales, uno preferido, uno que esperamos y disfrutamos más que el resto. Septiembre… Primavera, estudiantes, golondrinas.

 


Se vuelve necesario un balance, a nivel personal digo.
Este año nos han bombardeado con de todo, desde los distintos medios

 de comunicación, con las diferentes campañas políticas, eso sumado al vertiginoso ritmo que suele tener la cotidianeidad, tanto así que si nos detenemos a pensar cuánto nos hemos preocupado por nosotros mismos, la respuesta puede sorprendernos. 

Las características de nuestro sistema en general, y particularmente la situación actual, nos empujan a tener una vida completamente activa y productiva. 

No hay tiempo para descansar, no hay tiempo para cuidarnos, no hay tiempo de estar mal.

Las angustias, los miedos, las tristezas van quedando relegadas a un plano inferior, que por mucho que nos esforcemos en mantenerlo enterrado, suele resurgir por algún lado: dolores inexplicables, enfermedades, pánico, etcétera. “No tengo tiempo”, lo he escuchado tantas veces ya, que me da escalofríos. Peor: lo he dicho tantas veces más…


Septiembre y nos invita a hacer un recuento, de lo que pretendíamos hacer y no pudimos, de lo que sí pudimos, de lo que todavía estamos a tiempo y de lo que definitivamente ya va a quedar para el año que viene; de las cosas que venimos postergando, desde hace años, también.


Lo que más me gusta de este mes es que empieza a subir la temperatura, los días ya son un poquito más largos, florecen muchísimo las plantas, entonces las ciudades están adornadas de bellísimos colores. Se empieza a pensar en las festividades del final del año, en el pan dulce, la sidra, en si vamos a comer en lo de la abuela o en lo de la tía. Al margen de que cada día (¡cada bendito día!) se hace más difícil saber cómo vamos a seguir, pensar en la unión y el amor de las amistades y la familia, sana un poco, se vuelve terapéutico. Tanta política, tantas propuestas, tantos proyectos, tantas caras que al final son siempre las mismas caras… No les voy a hablar de eso, ya deben saberlo muy bien.


Hablemos de aquellas cosas que no pueden robarnos, nadie. De aquellas cosas que no se pueden comprar ni con todo el dinero del mundo: el abrazo de un amigo, de una amiga, que te esperen con un mate calentito, con una comida rica, elaborada con amor, que te pregunten cómo estás porque quieren saber en serio, que te miren a los ojos y te digan “estoy acá, podés contar conmigo”. Que toda la mierda que circula en estos tiempos, no contamine las cosas más hermosas que tiene la vida. Sí, un abrazo no llena la pancita de los miles de niños y niñas que viven en la pobreza en nuestro país, ni resuelve las carencias de las miles de personas que se quedaron sin laburo, ni devuelve a la vida a los muertos asesinados por el Estado, es verdad; pero ya les dije, hoy no voy a hablar de eso.

Lo personal es político es más que una frase armada que suena lindo, es que desde nuestro cotidiano podemos hacer un montón de cosas por aquella persona que tenemos al lado, y no necesitamos ni estudios, ni títulos, ni experiencia, sólo un poco de empatía e, insisto, un poco de amor. Basta con estar ahí para escuchar sin juzgar, para pensar juntos, juntas, para intentar resolver lo que sea que esté pasando. Que lo personal sea político, no significa que podamos dejar de lado las emociones y los afectos, lejos de eso, significa que no podemos seguir desentendiéndonos. Pero banquémonos, loco. Entre nosotros, entre nosotras. Si quieren arrebatarnos todo, hasta la esperanza, vamos a mostrar que por lo menos con eso no van a poder, porque estamos unidos/as, porque estamos juntos/as, y sabemos que lo verdaderamente importante puede residir en otras cosas.

Apaguemos la tele un rato, larguemos el celular, miremos para el costado. ¿Cuánto hace que no abrazas? ¿Cuánto hace que no te abrazan? Queré mucho, queré fuerte, pero sobre todo, dejate querer, dejate cuidar, dejate mimar por esas personas que se preocupan, y te quieren, y te cuidan, y te miman.

A veces uno pierde el horizonte, no sabe muy bien quién es, o para que está, pero con sólo mirar alrededor, y ver la cantidad de gente linda que le rodea, vuelve a comprender todo de nuevo. Porque el mayor premio, el premio más grande, es ese: no estar solo, no estar sola. Siempre que podamos refugiarnos en los vínculos que supimos construir en estos meses, en estos años, en esta vida, vamos a convivir con la seguridad de que a alguien más le importamos, de que alguien nos quiere, y necesita vernos bien.


Quizá septiembre sea sólo la excusa, quizá yo al final, lo prefiero porque me invita a reflexionar, siempre, o porque cumplo años, vaya uno a saber; no importa. Siempre es un buen momento para cerrar los ojos y conectarse con uno mismo, con una misma, sentir en donde estamos parados, la intensidad con la que estamos viviendo, y cuánto de lo que tanto soñamos estamos haciendo. Apropiarnos de todo lo que nos pasa, para poder hacer con eso, y en ese hacer, cotidiano, diario, habitual, poder hacer-nos.